H2 VILLA MAIREA. AALTO

 

Hay personas con capacidad de hacer las cosas de forma excelente, de ejercer su profesión de manera que su obra sirva de ejemplo a los demás y permanezca en el tiempo. Son pocos, pero merecen ser estudiados y seguidos para aprender de ellos. En la arquitectura del siglo XX ha habido personas que han ejercido esa labor de dirección y de guías, de forma callada, continua y perseverante. Personas que han dejado en su obra las referencias de su vida y su tiempo, sus ilusiones y sus  logros. Una arquitectura, que se realiza sobre una geografía, porque si las ciudades tienen en su esencia elementos de su geografía, la buena arquitectura tiene muchos componentes del espacio en el que surge.

Entre los bosques y los lagos de Jyväskylä, a trescientos Kilómetros de Helsinki, vivió el arquitecto Alvar Aalto (1898-1976), el arquitecto finlandés más famoso de su país. Llegó allí con cinco años y muchas de sus obras muestran el camino seguido para comprender la tradición local y su evolución hacia formas modernas, de manera pausada y tranquila. Su arquitectura se reconoce como arquitectura del lugar, como arquitectura de una geografía reescrita, trasformada y modificada. Es la arquitectura de sus bosques, de sus materiales, de sus formas de construir y de sus paisajes.

En 1920  Aalto no era todavía un arquitecto moderno, sus obras estaban impregnadas de la tradición local y de las vivencias de una arquitectura clásica. Su abuelo, director de la Escuela Forestal, le enseñó a amar el bosque, la naturaleza de su país y a utilizar un material como la madera. De su vida en este ambiente aprendió a amar la geografía impregnada de la cultura de siglos y convertida así en paisaje. Aalto es un hombre curtido en las trincheras de la guerra civil que llevaría a su pais a la independencia de Rusia en 1917. En 1923 abrió su estudio  en el número 53 de la calle Vapaudenkatu: «Estudio de arte arquitectónico y monumental Alvar Aalto». Comenzó una aventura llena de referencias clásicas presentes en sus obras de Jyväskylä en  el hogar obrero, en la iglesia de Muurame o, incluso, aunque ya evolucionado a formas funcionalistas,  en la sede de la Guardia Cívica.

Pero la geografía y el paisaje finlandés están, en su totalidad, presentes en Paimio. Allí realiza un proyecto de sanatorio en 1933 con avances escasos en materia de medicina. La tuberculosis, entonces, se combatía con el sol, el aire puro y el contacto con la naturaleza. Un Aalto de poco más de treinta años levantó un sanatorio, un edificio de nueve plantas próximo al bosque con un bloque para las habitaciones de los enfermos y otro conjunto de instalaciones para el resto del sanatorio. En la azotea, la barandilla, muy baja, permitía a los enfermos disfrutar de las vistas del  bosque de abedules tumbados en las hamacas de la cubierta. Detalles para hacer accesible el edificio a los enfermos y a los usuarios. Y sobre todo una voluntad de acercarse a la naturaleza y al medio natural próximo. El edificio ha sido trasformado, rehabilitado y adecuado a las nuevas necesidades de las técnicas médicas, pero el gran volumen blanco sigue erguido junto a los árboles que, en Finlandia, crecen y se cuidan  rectos, con grandes alturas, para aprovechamiento de la madera y de la luz y el sol de su entorno. Una arquitectura  profundamente local, su arraigo en las tradiciones de su país, de respeto y aprecio por el medio natural hacen de su trabajo una obra moderna y universal.

Cerca de Noormarkku, en otro bosque a medio camino entre Paimio y Jyväskylä, una casa demuestra el poco tiempo -apenas un lustro- que tardó Aalto en liberarse del racionalismo que quiere superar y del que quiere liberarse como estereotipo. Villa Mairea (1939), es radicalmente la arquitectura del lugar. El bosque de gran belleza próximo parece la inspiración de la arquitectura. Pero la arquitectura se impone con su fuerza en ese entorno conviviendo, creando la tensión entre la naturaleza y la construcción del hombre. Un edificio con diferentes fachadas   que refleja la personalidad y la vida de su propietaria Maire Gullichsen y la de su autor, Alvar Aalto que establecen una relación intensa entre cliente y propietario del edificio. Una relación que resulta eficaz frente a esas  casas de arquitectos notables, que resultan invivibles o de clientes caprichosos que acaban por destrozar el proyecto de arquitectura. Con materiales sencillos, Aalto ha conseguido una espléndida obra en su inserción en el entorno y en sus interiores sugerentes  llenos de detalles constructivos cualificados. Un espacio interior complejo, lleno de propuestas, de soluciones espaciales de gran riqueza.

En su época madura Aalto construye una arquitectura de ladrillo  que une el lenguaje de la arquitectura moderna con los temas tradicionales y clásicos. En la isla de Säynatsalo, construye el Ayuntamiento que se acerca también al bosque próximo como gran centro de equipamiento municipal. Con biblioteca, espacios comunes de la ciudad y espacios para el propio ayuntamiento se crea una arquitectura en la que la sala de juntas con sus estructuras de madera de cubierta, su gran ventanal con las celosías de madera, los muebles de los concejales y la presidencia crean un espacio casi sagrado, pero donde es posible el ejercicio de la democracia en la calidad del diseño. . A pocos kilómetros, en la isla de Muuratsalo está la vivienda de verano que construyó el arquitecto, una casa experimental (1954)  en la que prueba diversos materiales y soluciones constructivas. Una casa que tiene un embarcadero frente al lago Päijänne, donde permanece el barco que Aalto diseñó para salir a pescar y a nadar. Una barca que presentó a un concurso que perdió, pero que le permitía disfrutar de uno de los parajes más bellos de Finlandia.

Recorrer la obra de los maestros es también reconocer sus defectos, que sus obras con el tiempo necesitan rehabilitaciones, reparaciones, que se hacen con el cariño de la obra apreciada. En el ayuntamiento de Säynatsalo, una exposición recuerda el concurso del que resultó elegido el proyecto de Aaalto, una información de sus planos originales y sobre todo un mantenimiento y cuidado del edificio que indican que sigue vivo y apreciado por sus usuarios. El Finlandia Hall rehabilita sus revestimientos de mármol, la Casa de Cultura de Helsinki rehabilita sus carpinterías y cubiertas y así numerosos edificios del maestro.

En Jyväskylä, el Museo Alvar Aalto, una de las últimas obras del arquitecto hay todo un muestrario de su obra, de  sus diseños de mobiliario, planos de sus obras, del entorno histórico en el que se inscriben, de las reflexiones y pensamientos que subyacen en su trabajo. Es bueno aprender de los que hicieron obras de calidad que nos pueden ayudar a recuperar una arquitectura sencilla, enraizada en el paisaje propio, con nuestros materiales y sobre todo con la sabiduría del buen hacer que demostraron nuestros maestros.