VIDA Y MUERTE DE LAS GRANDES CIUDADES

Las ciudades son una de las grandes creaciones de la humanidad. El acercamiento a su realidad es plural y pretendo hacerlo desde perspectivas diversas. La primera de ellas la que realiza Jacobs en su libro Vida y muerte de las grandes ciudades. El libro de Jane Jacobs teórica del urbanismo y activista político-social es uno de los libros más interesantes sobre el urbanismo y la vida de las ciudades. Escrito por una teórica del urbanismo se plantea una crítica social a los pensamientos urbanísticos del movimiento moderno y colabora activamente con los movimientos sociales para paralizar proyectos que destruían a las comunidades locales. Comienza el libro diciendo: Este libro es un ataque contra el actual urbanismo y la reconstrucción urbana. También es, principalmente, un intento de presentación de unos nuevos principios de planificación y reconstrucción urbana, diferentes e incluso opuestos a los que se enseñan hoy en todas partes, desde las escuelas de arquitectura hasta los suplementos dominicales de los periódicos y la revistas femeninas. Un libro escrito desde la vida cotidiana en las ciudades, desde la reivindicación real de sus habitantes y de los valores de lo público en el conjunto de la ciudad.

Las ciudades y las calles.

Las ciudades son un inmenso laboratorio de ensayo y error, fracaso y éxito, para la construcción del diseño urbano. El urbanismo tenía que haber utilizado este laboratorio para aprender, formular y probar sus teorías. La seudociencia del urbanismo y su pareja, el arte del diseño urbano, no se han librado aún, del engañoso confort de los deseos, supersticiones familiares, simplificaciones y símbolos, y aún no se han embarcado en la aventura de verificar el mundo real. Y aquí enuncia una de sus ideas fundamentales: la necesidad de la diversidad de usos. Las ciudades necesitan una muy densa y muy intrincada diversidad de usos que se apoyen mutua y constantemente tanto económica como socialmente.  Jacobs critica duramente las teorías de los grandes urbanistas, de los teóricos de la ciudad jardín y especialmente del urbanismo propuesto por Le Courbusier.

Las calles de las ciudades sirven para muchas cosas aparte de para trasportar vehículos y las aceras de las ciudades, la parte peatonal de las calles, sirven para muchas cosas aparte de para trasportar peatones. Las calles y sus aceras, los principales lugares públicos de una ciudad, son sus órganos más vitales. Y en ellas hay un principio sencillo pero esencial: una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura.

Enumera tres principios: Debe haber una demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado. En segundo lugar, debe haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas que podríamos considerar propietarios y en tercer lugar ha de tener usuarios casi constantemente. Y para ello dice: el requisito básico es que haya una buena cantidad de tiendas y otros establecimientos públicos desperdigados a lo largo de las aceras. La presencia de personas es un atractivo para otras personas y confiere una especial riqueza a la ciudad. Cuanto mayor y más abundante sea el conjunto de intereses legales que sean capaces de satisfacer las calles de una ciudad y sus establecimientos mejor para esas calles y para la seguridad y grado de civilización de la ciudad.

Espacios públicos diversos.

Lo importante del banquete conmemorativo y de la vida social de las aceras de una aglomeración urbana es justamente que son públicas. Para que en las capitales surjan formas de organización pública es necesario que por debajo de ellas se desarrolle una intensa actividad informal que medie entre ellas y la privacidad de la gente de la ciudad. Los niños de una ciudad necesitan una gran variedad de sitios donde poder jugar y aprender. Entre otras cosas, necesitan la posibilidad de practicar toda clase de deportes, ejercicios y habilidades físicas. No obstante, y al mismo tiempo, necesitan también una base de operaciones en el exterior, no especializada, donde jugar, observar y conformar sus nociones del mundo real.

La mayor parte de los arquitectos urbanistas y diseñadores son hombres. Cuando urbanizan un área residencial sólo buscan satisfacer las necesidades, o supuestas necesidades de unas imposibles amas de casa aburridas y con críos en edad preescolar. En resumidas cuentas, urbanizan estrictamente para sociedades matriarcales dice Jacobs.

Los centros de trabajo y de comercio han de entremezclarse sabiamente con los residenciales si queremos que los hombres estén próximos a los niños en la vida cotidiana. La idea de eliminar las calles en la medida de lo posible, así como la de infravalorar y minimizar su importancia para la vida social y económica de una ciudad, es la idea más destructiva y malévola de la urbanística ortodoxa.

Las condiciones para la diversidad.

Para esta diversidad urbana Jacobs analiza los elementos que la garantizan para lo cual pide una riqueza de usos primarios que se entremezclen y se complementen evitando esa zonificación estricta que proponía el urbanismo moderno. Usos diferentes que se complementan que son capaces de convivir y también tiempos diferentes y por ello revindica la presencia de un patrimonio histórico que convive con los modernos edificios, que crea referentes del tiempo en la ciudad y mantiene la necesaria memoria de la vida de sus habitantes. La novedad y su superficial barniz de bienestar es un artículo muy perecedero. La mayoría de los habitantes de una ciudad no necesitan nuevas construcciones. Las ciudades necesitan una mezcla de viejos edificios para cultivar las combinaciones de diversidad primaria y secundaria. En particular necesitan edificios viejos para incubar nueva diversidad primaria.

Todo ello dentro de una necesaria y justa concentración y densidad de personas. Condiciones que numéricamente funcionan de manera distinta en zonas diferentes. Pero, en general, frente a la dispersión y baja densidad de zonas de nuevo desarrollo urbano es necesario pensar en un nivel de densidad que garantice servicios comunes, posibilidades de comunicación y relaciones sociales. En esa concentración puede surgir la diversidad que enriquece la ciudad.

Las ciudades y la salud.

El libro de Jacobs termina con una reflexión especialmente oportuna en estos tiempos de pandemia. Las ciudades vivas poseen maravillosas capacidades innatas para comprender, comunicar idear e inventar lo necesario para combatir sus dificultades. Quizá el más sorprendente ejemplo de esta capacidad es el efecto que las grandes ciudades han tenido sobre la enfermedad. Las ciudades fueron en otros tiempos las víctimas más propicias y desamparadas de la enfermedad, pero terminaron convirtiéndose en grandes conquistadoras de enfermedades. Es en las ciudades donde se han concentrado las grandes infraestructuras sanitarias dotadas de los avances tecnológicos necesarios y del personal que atiende nuestra salud.

Las ciudades de vida intensa, animada y diversa contienen las semillas de su propia regeneración y tienen la energía suficiente para asumir los problemas y necesidades ajenos.