SONIDO LUZ E INGENIERÍA EN SAN AGUSTÍN

SONIDO, LUZ E INGENIERIA EN SAN AGUSTIN.

La iglesia de san Agustín de Almagro es un espacio barroco repleto de significaciones y abierto a los sentidos. Un espacio que perdió su uso religioso, propiedad recuperada por la población, amenazado por el terremoto de Lisboa y que se mantiene milagrosamente en pie. Cada año con motivo del Festival de Teatro clásico una exposición se presenta en este lugar en una convivencia que enriquece mutuamente al espacio arquitectónico y a las piezas que se presentan en el mismo. Este año la exposición ‘El arte de crear ilusiones: sonido, luz e ingeniería en el teatro Barroco’ presenta elementos utilizados en el teatro para controlar el sonido, la luz o producir diferentes efectos.

El sonido.

La reproducción del  sonido de los fenómenos de la naturaleza, como el viento, los truenos, las olas, incluso los terremotos en el teatro, no ha llegado  con las tecnologías actuales, sino que ya hace más de 400 años los escenógrafos con su imaginación, crearon una serie de sencillos artilugios que revolucionaron la dramaturgia de la época para crear esos sonidos.

La exposición que se presenta en san Agustín, creada por Miguel Ángel Coso y Juan Sanz y organizada por el Museo Nacional del Teatro,  muestra la tecnología teatral barroca a través de un recorrido dividido en tres secciones, con invenciones que imitan los sonidos de la naturaleza, la iluminación y la maquinaria. Una treintena de inventos, atractivos visualmente, que pueden  ser probados y experimentados. Es una muestra de la tecnología teatral barroca para conseguir efectos sonoros visuales o de diferentes actividades.

La exposición presenta reproducciones de máquinas e ingenios teatrales barrocos basadas en modelos históricos, hoy ya desaparecidos, y documentados por Antiqua Escena, que llevan años investigando sobre este tipo de maquinarias escénicas. Una exposición que tiene como referencia el  homenaje que este año dedicará la Fundación Festival de Almagro a los escenógrafos, cuyas creaciones son parte importante de cualquier puesta en escena. La exposición muestra la  maquinaria que se utilizó en el Siglo de Oro que, generalmente, se montaba detrás de la escena y se manipulaba por el hombre, para crear una atmósfera de magia e ilusión en la representación teatral. En el primer bloque se encuentran las primeras máquinas que trataban de reproducir los sonidos de la naturaleza, desde el viento a los terremotos, tal y como el propio Cervantes recogió en La Numancia, donde en una acotación decía que en el foso había un barril lleno de piedras para reproducir los martilleantes sonidos de una tormenta. Ruidos, sonidos que hacían llegar al escenario la sensación de fenómenos naturales, de especiales situaciones que acompañaban a los textos y a las presentaciones de los actores.

La iluminación y la ingeniería

En el bloque de la iluminación, se aborda el alumbrado que se utilizaba en el Barroco, unos equipos con diferente sistema de producción de la luz ya sea por combustible, aceite o cera, como era lo propio de aquella época cuando las obras duraban más tiempo. En este caso los elementos para iluminar podían ubicarse en la escena o ser movidos por los mismos actores. Un aspecto esencial para crear ambientes diferentes según el nivel de iluminación y los aspectos que trataba de potenciar.

La ingeniería teatral es la que da contenido al tercer bloque, donde se explican los innovadores decorados que, en función de la perspectiva y progresión de alturas, daban más o menos dimensión a la escena. Además, en un teatro con tintes religiosos, servían para escenificar la bajada o subida de los dioses o el descenso a los infiernos de inmorales, asesinos y malandrines. Las olas del mar se significaban con las piezas que se movían creando ondulaciones que querían simular su movimiento.

Una propuesta de un viaje de los sentidos por el Teatro Barroco español, que bebió de ideas del ingeniero, pintor y escenógrafo florentino Cosme Lotti, que murió en Madrid en 1651, donde vino a trabajar a la Corte de Felipe IV. Realizó una espectacular escenificación para El mayor encanto, Amor, de  Calderón de la Barca, en 1635. Diseñó para el nuevo Palacio del Buen Retiro, el Coliseo, primer espacio teatral permanente para los grandes montajes en perspectiva del teatro de Calderón. Antiqua escena lleva años investigando sobre las técnicas teatrales del barroco y han presentado en diferentes ocasiones exposiciones con los materiales que recrean estas antiguas técnicas teatrales.

La luz, el sonido y la ingeniería del espacio de san Agustín.

La iglesia de san Agustín es uno de los espacios barrocos más interesantes de la provincia de Ciudad Real y un excelente ejemplo de la riqueza de los mismos. Un conjunto definido por sus medidas, sus pinturas y su realidad construida. La arquitectura nos afecta mental y emocionalmente antes de que la entendamos o, probablemente, aunque nunca la entendamos del todo. Y este efecto de captarnos, de emocionarnos está especialmente presente en la arquitectura barroca de san Agustín en un espacio total capaz de atraer todos nuestros sentidos. El espacio barroco, utilizado como sala de exposiciones, adquiere una nueva dimensión temporal en la que se superponen el monumento, etapas de la historia y vivencias personales.

Una arquitectura del equilibrio de sus formas y espacios que adquiere su dinámica con la presencia de molduras, elementos de yeserías que se superponen a las estructuras constructivas. Una arquitectura en la que la luz va dirigiendo nuestras miradas orientando recorridos, llevando la atención hacia determinados espacios que se acaban centrando en el presbiterio y la cúpula anterior. Una arquitectura de la visión de formas y colores que nos hace también sentir con el tacto esos paramentos y elementos que conforman el conjunto. Porque la arquitectura es lógicamente una disciplina impura en su fusión de ingredientes irreconciliables, hechos y pensamientos, cantidades y cualidades, principios y fines. Una realidad que implica a todos los sentidos que se sienten afectados cuando el espacio tiene la riqueza y las cualidades que se unen en este interior barroco.

Aquí se hace presente aquella reflexión de Paul Valery en Eupalinos o el arquitecto: “Pero todas esas delicadezas con mira a la duración del edificio eran poca cosa comparadas con las que gastaba en elaborar las emociones y vibraciones del alma de los futuros contempladores de su obra.

Preparaba para la luz un instrumento incomparable que la difundiera, afectando formas inteligibles y propiedades casi musicales, por el espacio en el que los mortales se mueven. A semejanza de esos oradores y poetas en quienes pensabas hace un momento, también él, oh Sócrates, conocía la misteriosa virtud de las modulaciones imperceptibles. Ante una masa aligerada con delicadeza y en apariencia tan simple, ninguno se percataba de estar siendo conducido a una especie de beatitud por curvas insensibles, por inflexiones ínfimas y todopoderosas y por las profundas combinaciones de regular e irregular que había introducido y disimulado y vuelto tan imperiosas como indefinibles. Ellas hacían pasar al espectador en movimiento, dócil a su invisible presencia, de visión en visión, y de vastos silencios a murmullos de placer a medida que avanzaba, retrocedía, se volvía a aproximar, y vagaba por el ámbito de influencia de la obra movido por ella, juguete de la sola admiración. Es preciso, decía este hombre de Megara, que mi templo mueva a los hombres como les mueve el objeto amado”.