SAN CARLOS DEL VALLE. LA PASCUA. SCV3

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SANTIAGO, LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN.

            En la fachada lateral de la iglesia parroquial de San Carlos del Valle, hay una hermosa imagen de Santiago a caballo. Una figura cubierta con su sombrero y un gran escudo con la imagen de la Orden de Santiago que es la promotora de la construcción del templo y que controlaba la zona. El caballo tiene labrada en piedra unas incisiones simulando las crines de su parte delantera. Las crines de la cola se extienden hacia atrás indicando el movimiento del caballo que avanza. Unas pequeñas piezas metálicas completan el equipamiento de Santiago para sostener el bozal y guiar al caballo y para apoyar la lanza del guerrero. Los enemigos están aplastados y caídos en el suelo. La cabeza de uno de ellos está debajo del pie que apoya en el estribo. La cabeza del otro está aplastada por la pata delantera del caballo. Una visión trágica de los enemigos aplastados por el avance de Santiago.

            Y en el fondo de la imagen, a la derecha los ejércitos cristianos en una representación de gran interés con un grupo de caballos y sus jinetes que se desplazan en diagonal para dar sensación de movimiento. Por detrás de este grupo se dejan ver filas de jinetes que dan idea del gran ejército que acompañan la batalla. En la parte izquierda, el ejército con el estandarte de la media luna y en la derecha el ejército con la cruz de Calatrava, que acompañan al Santiago del centro (curiosa presencia de la orden de Calatrava acompañando en la batalla). Una representación bélica propia de la Orden militar que construye el templo, en ese entendimiento  de la religión como lucha, enfrentamiento con el que se ha entendido, y aún por desgracia se entiende la religión desde muchos ámbitos.

            Una fachada que se asoma a una plaza lateral de la iglesia en cuyo centro el brocal define un centro geométrico desde el que se hace visible la fachada lateral en la cual, rodeado de columnas y enmarcado por el arco superior, aparece la imagen que hemos comentado, enmarcada por un arco semicircular y con una ventana superior centrada. Una imagen que corona la puerta de acceso y que a su vez está enmarcada por la presencia de los torreones laterales y la cúpula central.

El Santísimo Cristo del Valle.

            En el centro del templo, en la entrada principal es la imagen del Cristo crucificado la que preside este acceso. Encima de la entrada principal, enmarcada por columnas elaboradas y con un arco superior, la imagen del Cristo crucificado y dos figuras arrodilladas a ambos lados, venerando su imagen. Una imagen del crucificado con las dos figuras a su lado en un espacio que parece acotado por dos cortinas recogidas a sus lados. Encima de la imagen una ventana que ilumina el interior de la iglesia y dos leyendas a ambos lados de la misma. Un conjunto enmarcado por columnas elaboradas con una decoración labrada en la piedra con una excelente calidad. Numerosos elementos ornamentales y detalles que enriquecen el conjunto de la composición que conforma un gran arco que define la entrada principal al templo.

            Las cabezas que salen de la moldura que recorre el edificio en el arranque del arco, los jarrones que se sitúan a ambos lados de los rótulos de la parte superior, el remate superior de las columnas ornamentadas a ambos lados de la puerta definen una elaboración cuidada y exquisita del conjunto, junto a sus valores constructivos generales y a su composición arquitectónica equilibrada.

            En el interior del templo en la capilla lateral que se adosa a la planta general, una imagen del Cristo crucificado en una zona que puede corresponder a la primera edificación que se prolonga con las zonas de la actual sacristía y el cuerpo anexo a la misma. Por ello, la iglesia tiene su nombre como Iglesia del Santísimo Cristo del Valle de Santa Elena. En la entrada a este espacio un rótulo que indica cómo se dio principio a la obra el 18 de septiembre de 1713 y se finalizó el 13 de septiembre de 1729. La capilla de planta rectangular se cubre con una bóveda ovalada que tiene un pequeño lucernario en su centro y una ornamentación de colores intensos en su cubierta y en muchos de sus elementos, en contraste con el espacio blanco del nuevo espacio construido. La ermita del Cristo del Valle es así un homenaje al Cristo crucificado, que preside su fachada y se hace presente en esta pequeña capilla en el interior del templo. Una visión de un elemento esencial de la vivencia cristiana que se celebra en estos días: la muerte de Cristo crucificado.

La luz del templo.

            La arquitectura y su concepto es la que hace presente la luz en el interior del templo y su visión de la resurrección. La planta cuadrada de la iglesia se ilumina desde los ventanales altos de su perímetro superior que llevan la claridad al centro de la iglesia.  Los huecos situados en su fachada encima de las puertas de acceso y en la parte superior, en el cuerpo bajo de la bóveda iluminan desde su parte alta el conjunto blanco del edificio. Y en un alarde constructivo, la pequeña linterna central quiere hacer llegar la presencia barroca de un rayo de luz que debe caer sobre el centro de la iglesia convirtiendo el edificio de la orden de Santiago, la iglesia de peregrinación barroca, en un espacio en el que la resurrección se hace presente y la vida se convierte en el valor interior de la iglesia. Es el espacio interior con su iluminación, con sus paramentos blancos que se elevan en la cúpula interior hasta la altura de su planta la que convierte el espacio sagrado en espacio de alegría y resurrección.

            La iglesia barroca, en su grandiosa decoración, en sus proporciones que quieren crear un espacio singular que manifieste de alguna manera la presencia de aquello que nos supera crea este espacio interior, que con sus cuatro esquinas ocupadas por las escaleras de acceso a la cubierta se reduce en planta a un ámbito de apenas 10×10 metros pero con una altura que se eleva de forma espectacular hasta la cúpula y la pequeña pasarela que la rodea. Es en esa concepción del espacio donde la liturgia del crucificado se convierte en espacio de resurrección, de ámbito de alegría que quiere celebrar la nueva Pascua. Un espacio interior blanco en el que los volúmenes de la cúpula, las formas de las cornisas establecen acentos que define la entrada de la luz y las sombras que se proyectan en cada uno de ellos. Un espacio religioso interior en el que la celebración de la Pascua se hace presente recordando que si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe como nos recuerda San Pablo.

            Para celebrar la alegría, en la ciudad, las figuras, extraños personajes, situados en las esquinas de los torreones, se asoman al recinto urbano tocando los instrumentos e introduciendo una alegría cívica en la imagen general del edificio. La Pascua llega así al exterior en las celebraciones de las peregrinaciones o de los acontecimientos que se hacen presentes en el espacio urbano en el que se sitúa la iglesia.