PETER ZUMTHOR. ATMOSFERAS CONSTRUIDAS
En arquitectura existe una especie de premio Nobel que se denomina Pritzker y que el año 2008 se ha concedido a un arquitecto suizo llamado Peter Zumthor. Un arquitecto que, afortunadamente, está lejos de esa arquitectura espectáculo tan de moda. Un hombre que trabaja artesanalmente en su estudio de Suiza, hijo de un carpintero que se formó en el Pratt Institute de Nueva York donde estudió diseño antes de hacerse arquitecto.
Su trayectoria profesional es todo un modelo por muchas y diversas razones. La primera de ellas porque es un amante de la materia. Para él en el material está contenida la forma que quiere que tenga su edificio. Y así proyecta unas Termas de Vals en Suiza realizadas en piedra que aparecen como un edificio hermético, compacto, de piedras cortadas en lajas horizontales que se superponen como ladrillos con una textura y un color singular. Los interiores donde se ubican los baños revestidos en sus paramentos de la piedra que convive con el agua se inundan puntualmente con la luz. Peter Zhuntor es un artesano de la materia, un arquitecto que cuida de manera exquisita los detalles, los acabados y cada una de las partes del edificio. Y eso se agradece en estos tiempos de grandilocuencia y espectáculo vacío.
En la capilla del hermano Klaus en Mechernich (Alemania) construye una gran cabaña con troncos de árbol sobre los que vertió el hormigón. Una vez que el hormigón fraguó quemó los troncos logrando una calidad del hormigón especial que refleja el proceso de realización y la ejecución artesanal del espacio. Con esa delicadeza recupera la historia como cuando rehabilita la iglesia gótica de Colonia para construir allí el museo Columba que aparece ahora como edificio de una época incierta, pero cargado de memoria y repleto de significados. Los materiales deben usarse en consonancia, debe producirse un necesario diálogo entre ellos una presencia conjunta entre el hormigón y la madera o entre la piedra y el agua o el vidrio y la madera de nuevo crean espacios, armonías o contrastes necesarios.
En un reciente libro que recoge una de sus conferencias titulado “Atmósferas” Zumthor comienza su discurso afirmando: “la calidad arquitectónica no es para mí ser incluido entre los líderes de la arquitectura o figurar en la historia de la arquitectura… La realidad arquitectónica solo puede tratarse de que un edificio me conmueva o no”. Cuando accedemos a un espacio se produce una sensibilidad emocional que nos produce una atracción o un rechazo. Hay un conjunto de sensaciones que provienen del edificio, del espacio urbano en el que me encuentro. Zumthor propone un ejercicio sencillo en una plaza pública que observa y ante la que tiene un conjunto de sensaciones. Cuando cierra los ojos y no está la visión de ese espacio las sensaciones cambian, la idea del lugar es diferente. El espacio nos ayuda a sentir de modo especial a vivir la atmósfera del lugar.
Todo espacio funciona como un gran instrumento, mezcla los sonidos, los amplifica, los trasmite a todas partes. Sonidos y ruidos de la vida cotidiana que hacen reconocible el espacio que identifican en ocasiones cada lugar. Pero hay que tener también espacios donde sea posible el silencio. Es hermoso en este mundo acelerado y ruidoso construir espacios donde el silencio y la calma sean posibles. Los espacios nos relacionan con nuestra vida cotidiana a través del sonido de su actividad, de las músicas a las que los asociamos, de los ruidos que nos llegan del exterior, del conjunto del espacio sonoro.
La arquitectura es un arte espacial y es también un arte temporal. No se experimenta un edificio en un solo segundo. Hay que recorrerlo, hay que vivirlo en tiempos diferentes para valorarlo. Y ese camino por el edificio debe hacerse entre el sosiego y la seducción. El edificio debe ofrecer espacios de calma, de tranquilidad donde poder estar, trabajar, pero debe ser capaz de inducir también a su recorrido a su descubrimiento al camino por sus diferentes espacios y ámbitos.
La arquitectura crea una tensión entre el interior y el exterior. Dice Zumthor de forma muy expresiva: “Encuentro increíble que con la arquitectura arranquemos un trozo de globo terráqueo y construyamos con él una pequeña caja”. Hay exterior e interior y por tanto espacios intermedios, umbrales, vestíbulos, visiones desde el exterior y desde el interior del mismo. Y por ello también un juego entre lo privado y lo público.
En ese espacio interior se producen diferentes grados de intimidad por la cercanía por el tamaño y por la escala de los espacios. Nuestra relación con los ámbitos cambia según estos parámetros de forma notable. Las cosas de nuestro espacio tienen un tamaño, una masa, un peso. Esa dimensión establece una relación con las personas que ocupamos la arquitectura. Una gran escala puede apabullarnos pero puede hacernos sentir más libres vivir un espacio cualificado de alguna manera como ocurre en muchos espacios religiosos.
Y sobre todas las cosas la luz. La luz natural que se introduce en los edificios y que llena de vida cada uno de los espacios. “Cuando el sol sale por la mañana-cosa que no me canso de admirar, pues es realmente fantástico que retorne cada mañana- y vuelve a iluminar las cosas, me digo : ¡esa luz, esa luz no viene de este mundo¡. Para un arquitecto, tener esa luz es mil veces mejor que tener luz artificial”.
Toda esta realidad construida se realiza en el lugar, en un entorno, en algo que acaba convirtiéndose en el espacio urbano e interno donde vive la gente, donde trascurre su actividad. Y para ello debe tener en sí mismo la coherencia que viene definida por sus usos. Todo se explica por la manera en que es utilizado por la forma en que se sirve uno de él. La arquitectura se ha hecho para nuestro uso, no es un arte libre. La tarea más noble de la arquitectura es justamente ser un arte útil. Una arquitectura que se acaba convirtiendo en forma que es capaz de conmover, de emocionar, una forma bella. La atmósfera que recorremos en el espacio y el tiempo, repleta de sonidos y significados, la capacidad de crear sensaciones en nuestra presencia de hacernos sentir.
Esta es la forma en la que Peter Zumthor explica y construye su arquitectura. Su producción, reducida, controlada, realizada con la calma del artesano ha merecido el reconocimiento mundial. Y probablemente también una reflexión sobre lo que hacemos los arquitectos en estos tiempos para servicio de la sociedad.