IH 26 PATRIMONIO INDUSTRIAL DE TOLEDO

PATRIMONIO INDUSTRIAL DE TOLEDO.

Toledo tiene un patrimonio monumental de primera importancia que conforma, especialmente, el conjunto histórico construido sobre la colina rodeada por el río Tajo. Una arquitectura monumental que junto a su patrimonio residencial y la estructura urbana configuran un ciudad histórica de primera importancia. Y junto a ello tiene, menos conocido y valorado, un patrimonio industrial singular. Un patrimonio industrial que tiene geografías y tiempos particulares.

La geografía del patrimonio industrial.

En Toledo la existencia de una fuente de energía como el río Tajo constituye una oportunidad singular para la creación de infraestructuras que aprovechen un recurso energético que será fundamental hasta finales del siglo XIX. En torno al río Tajo surgen presas y aprovechamientos diversos. La Presa del Corregidor, los molinos del río Llano, la presa de Alcántara, restos del artificio de Juanelo, los molinos de San Idelfonso, la casa del Diamantista, el Fielato, la presa de Saelyces, la presa de Romaina, las tenerías, la presa de Batán, la presa de Daicán, la presa de San Martín, la de Azumel, la de la Fábrica de Armas, la de Buenavista, la fábrica de seda, la finca de los lavaderos o la presa de Estiviel van marcando un recorrido de aprovechamientos intensivos del Tajo a su paso por la ciudad. Un recorrido con arquitecturas que se acercan a los bordes del río para aprovechar su energía y el agua necesaria en alguna de sus actividades.

Un primer recorrido, siguiendo el cauce del rio Tajo, que nos habla de una condición esencial de esta arquitectura: su integración en el entorno natural con una geología singular y una geografía fluvial de primera importancia. Su presencia en el cauce del Tajo crea un paisaje industrial que se produce como armonía de los elementos que lo integran, como relación y suma de elementos que dialogan y se enriquecen mutuamente. Una relación histórica que se ha conservado a lo largo de los siglos desde antiguas instalaciones hasta estas modernas producciones energéticas. Una relación también presente en los puentes que, en su presencia visible, se integran en sus formas y colores con el entorno cercano definiendo, junto a los elementos construidos, un paisaje singular que surge de la relación entre elementos, de sus diferentes escalas, de los materiales empleados y de su inteligente localización.

Las industrias de la alimentación y el transporte.

Junto a estos aprovechamientos energéticos del río surgen en Toledo las industrias de la alimentación o de producción que se ubican, de forma curiosa, en el interior de la ciudad histórica: la Fábrica de Harinas, el Mercado de abastos, la fábrica de cerámica, la fábrica de loza, el almacén de madera, el depósito de agua y el Matadero. Una arquitectura que en su localización en el interior de la ciudad buscan su integración con el uso de recursos historicistas y lenguajes simbólicos que quieren dar protagonismos a estos nuevos usos. Y en el exterior de la ciudad, una arquitectura culta, proyectada por Narciso Clavería para el ferrocarril. Una arquitectura que aprovecha la construcción en ladrillo como elemento fundamental y recurre al ornamento que quiere dignificar y significar la cualidad de estas nuevas instalaciones. Arquitecturas hoy en día mantenidas, suprimidas o transformadas con la evolución de las tecnologías y las nuevas necesidades sociales. Porque la arquitectura industrial que aparece con rapidez como signo de la modernidad es también una producción de rápida obsolescencia.

La ciudad industrial.

Pero probablemente el elemento más significativo dentro del conjunto industrial de la ciudad de Toledo es el conjunto de la Fábrica de Armas. Localizada en la Vega Baja de la ciudad para aprovechar la energía del agua, comienza su construcción a finales del siglo XVIII como fábrica ilustrada, promovida por Carlos III y diseñada por Sabatini. A partir del edificio original construido para la fabricación de armas blancas se va consolidando poco a poco una estructura urbana limitada por el Tajo en uno de sus laterales. Se acaba de conformar una gran ciudad con edificios diseñados y construidos por los ingenieros militares, dirigidos por la Academia de Artillería de Segovia, que van realizando nuevas producciones en el trascurso del tiempo. Naves de almacenamiento, de fabricación, centrales de producción de energía hidráulica, de vapor o de motores diésel. Una ciudad con economatos, escuelas de aprendices, enfermerías y residencias de oficiales que acaban levantando cerca de cincuenta mil metros cuadrados. Y una gran instalación que salta al otro lado del río Tajo para construir allí los Polvorines. Un conjunto de grandes dimensiones que se integra de manera adecuada conformando el paisaje de la Vega Baja es esta zona próxima al río.

Una instalación que, en las primeras décadas del siglo XX, llega a tener cerca de mil personas trabajando lo que representaba que una de cada cinco familias de la ciudad estaba vinculada a esta instalación industrial. Una actividad que tenía su reflejo social en las celebraciones de festividades como Santa Bárbara. Y una actividad que suponía la presencia y renovación continuada de equipos, maquinaria, sistemas de producción, archivos de documentos, experiencias vitales de las personas que trabajaban allí. Porque este es un valor esencial del patrimonio industrial. Junto a sus edificios, sus máquinas, en muchos casos desaparecidas o mal vendidas, lo esencial es el trabajo de las personas que han desarrollado su vida laboral unidas a sus instalaciones. Y por ello el patrimonio industrial es el patrimonio de la huella del trabajo y es ahí donde tiene uno de sus valores esenciales.

El conocimiento y valoración de este patrimonio.

El martes pasado, 7 de marzo, se presentaba en la Facultad de Humanidades de Toledo la tesis doctoral realizada por el arquitecto Rafael Elvira Gutiérrez sobre la arquitectura industrial de Toledo (1780-1926), un periodo esencial en este patrimonio que recorre el tiempo que va desde la fábrica ilustrada a las instalaciones de las primeras décadas del siglo XX. Un recorrido pormenorizado por las instalaciones de la ciudad de Toledo y un análisis minucioso de sus características constructivas. Estructuras de cubierta, muros de cerramiento, huecos de fachada, detalles constructivos… son analizados de forma cuidadosa y detallada. Una información sobre el estado actual de muchos de ellos, el nivel de conservación y los contenidos de sus instalaciones. Un trabajo de calidad académica excelente que supone una aportación importante al conocimiento del patrimonio de la ciudad de Toledo superando la visión exclusivamente monumental que hay en muchos de los estudios sobre la ciudad.

Una información que debe superar los límites de su valor académico y servir de referencia para establecer las adecuadas medidas de protección legal de este patrimonio (edificios, maquinaria, documentación…), definir criterios de actuación más próximos a los valores del paisaje de lo que hacen algunas propuestas y acercar el conocimiento de este patrimonio a todos, muchos de ellos actores de su desarrollo. Y junto a ello propiciar rehabilitaciones para nuevas funciones que sean respetuosas con sus valores, humildes en muchos casos, pero llenos de referencias y vivencias sociales.