PAISAJES DEL VINO (BODEGAS CLM 10)

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PAISAJES  DEL VINO (BODEGAS CLM 10).

                        El vino ha estado vinculado a la cultura, entendida como forma de vida, de trabajo, de costumbres y expresiones de una comunidad, desde que tenemos constancia de restos materiales que nos permiten conocerlo. En Castilla-La Mancha hay importantes restos arqueológicos en diferentes lugares que testimonian la presencia y producción del vino, como en Valdepeñas o en Carranque. Las referencias literarias van desde los poemas sefardíes a las numerosas citas de los textos del siglo de oro o de los viajeros que recorren nuestras tierras. Calendarios románicos como el de Albendiego y el de Campisábalos dejan constancia de la importancia para definir el tiempo tenían las labores de recogida de la uva o de la producción del vino. Los planos del Catastro de la Ensenada, las imágenes de los transportes por ferrocarril de las cubas de vino, las cooperativas que agrupan a cientos de agricultores de la comunidad o las modernas pinturas y textos literarios van dejando testimonio de su presencia en la vida cotidiana. Todo ello como aportación de un elemento que forma parte de la vida cotidiana, de la realidad social y de la alimentación y recurso vital de la comunidad.

            Y junto a estas aportaciones, la existencia de una arquitectura con elementos históricos de primera importancia: cuevas que son tesoros de la producción que durante muchos siglos necesitaba el resguardo del terreno para conseguir las condiciones de temperatura y humedad necesarias. Estructuras de grandes muros y cubiertas aislantes realizadas con cerchas de madera, después de hormigón y finalmente metálicas donde las cubas de barro o de hormigón permitían la fermentación y conservación del vino. Con la llegada de las modernas técnicas del frio los depósitos de acero inoxidable y las modernas bodegas con nuevas arquitecturas, afortunadamente en nuestra tierra con ejemplos sobrios y cualificados. Pero en su conjunto, un patrimonio industrial excepcional de enorme interés y carta de presentación de la producción vitivinícola.

Paisajes de viñedos.

            La extensión que consigue el viñedo en este siglo XX en nuestra comunidad ha conformado un paisaje singular que representa cerca del 7% de la superficie total de Castilla-La Mancha. Un paisaje que convive con otros cultivos ocasionalmente como ocurre con el olivar. La suma actual del viñedo y el olivar representa un 12% de la superficie total regional. Y sobre todo un cultivo sostenible que se adecúa a los terrenos difíciles de cada zona y  a las condiciones climáticas duras. La incorporación de nuevas variedades y sistemas de cultivo van modificando y enriqueciendo este paisaje del viñedo. Y junto a ello una economía que genera trabajo para miles de personas y recursos para numerosas empresas, cooperativas y personas que trabajan en este sector.

            Un paisaje definido básicamente por la presencia de un cultivo que repite sobre el terreno la geometría de una cuadrícula requerida para los trabajos de mantenimiento y recogida de la uva. Durante largos años un cultivo de cepas en vaso que, en su baja altura tapizaban el suelo con sus hojas verdes en períodos de altas temperaturas en esta región. Los nuevos cultivos en espaldera con diferentes soluciones y variedades ha cambiado esta imagen con cultivos que adquieren mayores alturas y que, aunque manteniendo la trama geométrica de su plantación, producen ya una imagen continua de vegetación en el terreno.

            Paisajes que tienen acentos singulares en las diferentes denominaciones de origen por las peculiaridades del suelo de plantación, del entorno geográfico que los acompaña y de las variedades que se van introduciendo. La presencia de bodegas en el entorno natural, en la proximidad de los cultivos produce nuevos paisajes con la combinación de las plantaciones de los viñedos, los caminos que permiten el acceso para su trabajo y las construcciones cualificadas que establecen referentes en este conjunto de elementos que en su trama acaban configurando el paisaje del viñedo.

            Viñedos en las llanuras de la Mancha con peculiaridades provinciales en Albacete, Ciudad Real, Cuenca o Toledo, viñedos en los terrenos calizos de Valdepeñas, suelos peculiares en la Ribera del Júcar o en espacios próximos al Levante como en las denominaciones de Almansa y Jumilla.  Y nuevos paisajes, surgidos en las denominaciones de pago, que aprovechan espacios de valores naturales como ocurre en El Bonillo o en los bordes de las rañas de Retuerta del Bullaque, los espacios abiertos de Manzanares, los macizos rocosos del fondo de los viñedos de Malagón, los terrenos históricos de Malpica del Tajo, los terrenos de La Guardia en Toledo  o las conquistas a la montaña próxima en Huete. Paisajes que van adquiriendo la peculiaridad de cada lugar que busca las condiciones singulares de su ubicación para las variedades a plantar, los desarrollos del cultivo y la ubicación de las bodegas.

Valores naturales, económicos y medioambientales.

            El viñedo se convierte así en un valor no sólo económico y cultural sino también medioambiental como recuerda la Ley del Vino en su preámbulo. Un cultivo que define y caracteriza el paisaje de Castilla-La Mancha, que cambia en sus diferentes estaciones. Paisajes que se reconocen como zonas vitivinícolas con sus superficies verdes en el verano hasta que llega la época de recogida de la uva. Pero paisajes que se reconocen del viñedo con sus cepas marrones en la etapa invernal esperando la llegada de nuevos brotes en la siguiente primavera. Los paisajes se construyen con la presencia de elementos diferentes: geográficos, geológicos, de vegetación y cultivos y de construcciones y obras públicas realizadas por el hombre. El paisaje se construye así sobre el territorio, sobre esa realidad compleja en la que la suma de elementos con diferentes presencias, con posiciones singulares genera una realidad diferente en cada caso. Pero el paisaje no es el territorio, es la realidad cultural que se construye sobre el mismo. Necesita la presencia del hombre con sus aportaciones y sus percepciones.

            Por ello el paisaje ha ido evolucionando en su concepción y en su visión, es la huella del trabajo del hombre sobre el territorio que recoge la acción de cientos de años de cultivo, de producción del vino, de tradiciones y saberes sobre su producción, pero es también un proyecto de futuro. Y los nuevos viñedos, cuidadosamente mantenidos, con nuevas técnicas agrícolas, las nuevas imágenes de los extensos territorios de nuevas variedades configuran un paisaje que tiene sus raíces en nuestra tradición, pero que es un proyecto de futuro que mira hacia adelante. Las bodegas de Castilla-La Mancha son el respaldo que muestra cómo detrás de la producción de nuestro vino hay una estructura productiva y organizativa. Y el paisaje de nuestros viñedos, en su pluralidad y diversidad pone de manifiesto la presencia de todo un territorio con condiciones óptimas para su producción. Más que un territorio, hay un paisaje del vino que es parte esencial de Castilla-La Mancha.