MUSEO DE LOUISIANA

 

Los grandes museos han surgido unidos a las grandes ciudades por deseo de los reyes, de los papas, de los diferentes poderes públicos. Grandes infraestructuras que acaban identificando a muchos países porque representan su esfuerzo en tener obras de artistas nacionales e internacionales. Infraestructuras culturales que son referentes y símbolos de las ciudades. El Prado en Madrid, el RijKsmuseum de Amsterdam, el Hermitage de Moscú, el MOMA de Nueva Yorky tantos otros son los grandes museos que identifican a las grandes ciudades del mundo..

Pero junto a ellos hay otros pequeños museos que han sido capaces de dar vida a pequeñas ciudades, que surgen de colecciones particulares, de proyectos personales o de ideas que, desde los municipios, tratan de llenar de vitalidad cultural y de afluencia turística a estos lugares. Hay una cantidad ingente de ellos que se repiten en diferentes lugares del mundo con desigual fortuna. Algunos de ellos han sabido encontrar los ingredientes esenciales para valorar su realidad. Ingredientes que provienen del lugar, de su arquitectura, sus colecciones y sus actividades. El Museo de Louisiana fue creado por Knud Jensen en 1958 aunque el nombre del mismo se debe al propietario de los terrenos Alexander Brun, que se casó por tres veces, y el museo lleva el mismo nombre de sus tres esposas.

Un lugar excepcional junto al estrecho de Oresund.

El Museo de Louisiana está situado a apenas media hora de Copenhague en un lugar de una belleza excepcional. Porque un primer ingrediente de algunos de estos museos es el lugar. Un museo que se sitúa ligeramente elevado en una zona desde la que es posible ver el mar en una zona de espectaculares vistas del estrecho de Oresund. El Museo aprovecha esta ubicación y el edificio en sus salas de exposiciones o en sus espacios de servicios como la cafetería que se abre a este espacio exterior. Y en la época de verano unas excelentes zonas ajardinadas en las que se presentan esculturas contemporáneas y donde la gente aprovecha para el descanso, la comida o simplemente para disfrutar del excepcional entorno.

El edificio parte de una antigua edificación adquirida por Jensen en 1956. Los arquitectos Wilhelm Wohlert y Jørgen Bo diseñaron un primer edificio con un condicionante básico en su integración en el entorno natural. En 1966 se construyó el ala Oeste y diez años después la Sala de Conciertos para conferencias, y recitales. En 1982 se construyó el ala Este para la exposición de grabados, dibujos, fotografías y vídeo. En 1990 se construyó la Casa de los Niños con talleres de arte y un Jardín con un Lago. En el Jardín del Lago, cinco arquitectos: Dominique Perrault, Aldo Rossi, Ralph Erskine, Joseph Kleihues y Helkkinen-Komonen han diseñado una cabaña. Un edificio que ha ido surgiendo en etapas sucesivas de acuerdo con las actividades, las colecciones, las posibilidades económicas y la capacidad de funcionamiento del mismo. El acceso principal lleva a dos plantas de grandes dimensiones de tienda del conjunto con una excelente colección de todo tipo de productos daneses o escandinavos. Espacios que han ido surgiendo a partir de una pequeña edificación tradicional a la que se le han ido añadiendo elementos conforme lo iba requiriendo la colección. No hay un gran edificio vacío, inútil, construido sin más para hacerse presente. La arquitectura ha ido surgiendo a medida de las necesidades del museo y lo ha ido haciendo con los lenguajes de cada momento, insertándose en el territorio de manera que apenas es visible, casi camuflándose, adaptándose a la topografía del lugar y creciendo con la humildad de lo que no quiere alterar un entorno natural tan excepcional como este.

Una excelente colección de arte contemporáneo.

Una colección impresionante de piezas de pintura y escultura contemporánea que encuentran aquí espacios singulares. Arp, Bacon, Calder, Dubuffet, Max Ernst, Sam Francis, Giacometti, Kiefer, Henri Moore, Picasso y Warhol se suceden en estancias y espacios privilegiados. La colección permanente está integrada por más de 3.000 obras posteriores a 1945. Donaciones de particulares como la Colección Riklis de Nueva York (1986) y de Celia Ascher, hay importantes aportaciones de autores norteamericanos y europeos y dibujos y gouaches del Constructivismo ruso y europeo. Hay obras de Vasarely, Herbin, Albers, Naum Gabo, Rickey, Giacometti, Dubuffet, Tàpies, Francis Bacon y, lógicamente, importantes representaciones del arte dánés. Hay una colección importante de obras de los años 60,70 y 80. Trabajos de Lucio Fontana, Jean Tinguely y Martial Raysse; del Pop Art y el Minimalismo con obras de Lichtenstein, Rauschenberg, Warhol, de Beuys, Kienholz, Merz, Beriain Long, Dennis Oppenheim y otros. Y así van haciendo un recorrido por el arte del siglo XX hasta llegar a la actualidad. Para ello el Museo organiza a lo largo del año un conjunto de grandes exposiciones temporales que ocupan amplias zonas del mismo.

Las obras se sitúan en espacios singulares cada una de ellas, galerías, salas que se abren al exterior y que establecen así un diálogo con el medio natural próximo. Las esculturas de Giacometti con el gran ventanal del fondo cobran nuevas dimensiones y significados. No se trata de aislar las piezas en su totalidad sino aprovechar, como en este caso, las posibilidades del medio natural.

Una exposición de arquitectura.

Una buena costumbre de muchos museos europeos y americanos es la presencia de la arquitectura. Exposiciones que llevan a los museos el trabajo de los arquitectos con sus maquetas, planos, fotografías y documentos que hacen accesible al gran público este arte que también es parte de la vida cotidiana. En este verano, en Lousiana, el tema elegido es el de la arquitectura de los países del norte de Europa y su identidad. En el punto de entrada grandes pantallas de video cercanas al público que parece sumergirse en ellas. Una de ellas explica el espacio geográfico de países como Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, sus paisajes, sus espacios naturales privilegiados y su relación con una forma de hacer arquitectura que ha tenido siempre una intensa relación con su clima, sus costumbres, sus modos tradicionales de construir y sobre todo con una sensibilidad democrática de participación en el hecho construido que ha generado una arquitectura de calidad que pervive y se mantiene con el paso del tiempo.

La gran pantalla de paisajes marinos, de grandes bosques, de espacios naturales de extensiones ilimitadas va dejando paso a las arquitecturas que se insertan en esos espacios. Nombres de arquitectos reconocidos internacionalmente y otros de niveles más sencillos reconocidos y apreciados en su comunidad. Y así hasta ocho pantallas que atraen a la gente con sus imágenes impactantes. En una de ellas el arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa mantiene una conversación tranquila y relajada con el arquitecto suizo Peter Zumthor. Y desde allí se accede a una doble sala en la que las maquetas de obras de arquitectura, las grandes fotografías van abordando temas diversos: Bibliotecas viviendas, edificios residenciales, equipamientos públicos y obras privadas, toda una muestra desigual y heterogénea pero que presenta la realidad de estos países en su esfuerzo por controlar la calidad de la edificación, su influencia en el entorno y su relación con la comunidad. Una demostración de que la arquitectura cabe también en los museos y es capaz de atraer y despertar el interés de los ciudadanos por aprender de ella. Ingredientes buenos para hacer un museo de los que no está mal aprender para nuestros proyectos cercanos.