MEMORIA TRADICION Y FIESTA

MEMORIA. TRADICION Y FIESTA.

Nuestra memoria se compone de recuerdos situacionales y espaciales, es decir, de recuerdos que están ligados a lugares y acontecimientos. La casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz. La ciudad es también lugar de recuerdos y de experiencias. La comunicación mutua entre los habitantes de la ciudad es fácil y efectiva precisamente porque se funda en un tesoro compartido de recuerdos colectivos. Vivimos en la carne del mundo y los paisajes y la arquitectura estructuran y articulan esta carne existencial al proporcionarle horizontes y significados específicos.

Recordar no es sólo un suceso mental; también es un acto de encarnación y proyección. Pensamos y recordamos con todos los sentidos y órganos de nuestro cuerpo. La experiencia que tenemos de un lugar o del espacio siempre supone un peculiar intercambio; en cuanto me instalo en el espacio, el espacio se instala en mí. Aquí reside la fuerza ética de toda obra de arte auténtica; la interiorizamos e integramos en nuestra propia experiencia del yo. La memoria es una facultad cerebral, pero los actos de la memoria implican a todo nuestro cuerpo, no hay memoria sin memoria corporal.

Ciudad Real tiene su memoria en sus orígenes fundacionales del rey Alfonso X el Sabio que define una ciudad rodeada por un recinto amurallado, con unos ejes que señalaban las comunicaciones con diferentes lugares: Toledo, Calatrava la Vieja, Granada, Alarcos… De esa memoria apenas quedan restos transformados y modificados como la puerta de Toledo o los restos del Torreón.

La fundación de la ciudad y la memoria religiosa.

Ya desde su fundación se levanta el edificio religioso como elemento esencial de la ciudad. El edificio que precedió a la catedral, es la iglesia de Santa María, mandada construir por el rey Alfonso X el Sabio en 1255  cuando concedió el título de villa al núcleo de Pozuelo Seco de Don Gil. A partir de la concesión de este título se inició una política real de construcciones en la ciudad, en la que la iglesia de Santa María fue parte importante así como las obras de las murallas y algunas de sus puertas. Cuando Villa Real pasó a tener el título de ciudad en 1420 (Ciudad Real) se decidió dotar de una catedral a la villa, acorde con su nueva condición de ciudad. A  principios del siglo XV, ya se había empezado la construcción de la catedral gótica, en concreto el ábside y la cuarta bóveda. En el año 1514 estaba terminada la  tercera bóveda de terceletes y hacia 1580 están completas la segunda y primera bóveda.

La memoria de la ciudad está asociada a la presencia de las tres iglesias que articulaban la presencia de las comunidades y de la organización parroquial cuando se expulsa a los judíos y moriscos. Pero sobre todo está asociada a la iglesia que conserva la imagen de la Virgen del Prado, patrona de la ciudad. La memoria de los que vivimos en esta ciudad está asociada a su celebración y el origen de las fiestas patronales tiene su raíz en la conmemoración de su festividad. La Asunción de la Virgen declarada dogma de fe en fecha reciente (1950) tienen sus celebraciones populares bajo diferentes advocaciones en muchas localidades de nuestro país. En Ciudad Real nuestra memoria es la celebración de la Virgen del Prado. Una memoria asociada a un espacio singular como son los jardines del Prado y al edificio de la catedral donde se venera de forma singular la imagen de la virgen. Memoria que se celebra en la festividad de agosto y en las ferias que se celebran con ese motivo.

Paisajes de emociones.

Además de operar como recursos memorísticos, los paisajes y los edificios también son amplificadores de las emociones porque refuerzan las sensaciones de pertenencia o extrañamiento, de acogimiento o rechazo, de tranquilidad o desesperación. Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido… el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido decía Milan Kundera. Y la celebración religiosa que define la celebración que se hace en la ciudad es la conmemoración de la presencia de la Virgen del Prado en la comunidad. Una imagen que la víspera de san Lorenzo bajaba al altar mayor y que, en un diseño singular, cuando está en el camarín, ese espacio sagrado privado, se asoma a la calle con esa decoración que Andrade añadió a la ventana lateral del espacio misterioso que se quiere abrir a la visión de todos.

Las celebraciones de estas fechas estaban asociadas a espacios como la Talaverana o la Ferroviaria, a modos de organización de lo festivo que han quedado totalmente desfasadas por la cultura actual, pero que son la memoria de muchas generaciones que saben que ese modo de celebración y liturgia ha desaparecido. Espacios cambiados por recintos feriales que necesitarán décadas para adquirir esa significación colectiva de nuestra memoria ciudadana.

Memoria, celebración y liturgia.

La celebración del recuerdo colectivo se manifiesta en las celebraciones comunes que quieren recordar acontecimientos importantes. La memoria de la Virgen del Prado se mantiene en la celebración de las fiestas del mes de Agosto. Son las fiestas esenciales y principales de la ciudad. La fiesta, la celebración de la alegría es parte de esta memoria y de esta celebración y es bueno que así sea.

La celebración de la festividad de la Virgen del Prado tenía una actividad previa preparatoria que era la ofrenda que se hacía a la virgen de los bienes de la tierra. Una persona elegida debía invitar a los vecinos a la celebración y era elegido como representante de la ciudad, el Pandorgo. El descubrimiento de un documento que dejaba constancia de este acontecimiento hizo que hace apenas dos décadas se retomara una tradición, revestida de celebración reinventada. Porque la celebración necesita su liturgia y esa forma fue creada de nuevo con la voluntad de mantener el sentido de la memoria hace ahora pocos años. La reivindicamos como tradición pero está bien saber que sus formas son invenciones actuales. Y que las celebraciones que actualmente la acompañan nada tienen que ver con la memoria a la que hacen referencia.

Las liturgias de las bebidas colectivas, los acompañamientos musicales y demás modos de celebración actual no tienen relación alguna con la memoria a la que dicen celebrar. Probablemente aunque queramos añadir el nombre de Pandorga a muchas de estas actividades están muy lejos de la realidad que se quiere recordar. Celebraciones que obedecen a nuevos lenguajes y entendimientos y cuya liturgia está muy alejada de la memoria que quieren celebrar. Pero es fundamental recordar la base de esta memoria y de esta celebración para no convertirla en celebración vacía de contenido y alejada de sus objetivos iniciales.

Sería bueno renovar las liturgias de celebraciones que lógicamente deben cambiar con el paso del tiempo, pero tener la inteligencia de hacer que la liturgia sea una celebración de aquello que colectivamente recordamos, de aquello que es nuestra memoria colectiva y que nos define y une como comunidad.