IH 18 LA FABRICA Y SUS PROMOTORES

DETALLE C

 

LA INDUSTRIA Y SUS PROMOTORES.

Con motivo de la concesión del premio Cervantes a Elena Poniatowska, vuelven a reeditarse algunas de sus obras y a sacarse a la luz algunos de sus trabajos ya conocidos. Una de sus obras primeras cuenta la compleja relación del pintor mejicano Diego Rivera con su primera mujer. La obra “Querido Diego, te abraza Kiela” son las cartas, teóricas, que  Angelina Beloff manda a Diego Rivera durante diez meses.  Angelina Beloff, una pintora rusa exilada le escribe cartas a Diego Rivera, su compañero durante una década, desde Paris.  Rivera se ha marchado a México.

Diego Rivera nacido en Guanajuato en 1886 es un muralista que atrae y provoca con sus grandes dibujos y los temas que aborda en ellos. Cuando uno recorre, impresionado por sus dimensiones y su configuración, la plaza del Zócalo en Méjico DF admira su catedral metropolitana, las ruinas arqueológicas de sus espacios antiguos y en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, los grandes murales sobre la historia de Méjico pintados entre 1929 y 1935, capaces de crear ese mundo intenso reflejo de su vida a lo largo de los años. Una vida agitada de luchas en el Partido Comunista mejicano, de expulsiones, de pinturas en el Rockfeller Center que acaban con la destrucción del mural cuando incluye a Lenin en el mismo.  De su época americana y sus vinculaciones con la gran industria del país queda un mural extraordinario que cuenta como ninguno la realidad industrial en una ciudad en la que el motor y el automóvil son elementos esenciales de su desarrollo.

El Mural de Ford en Detroit.

En el vestíbulo del DIA (Detroit Institute of Arts) de Detroit, Diego Rivera pintó un mural sobre la industria de la Ford en la ciudad. En Detroit están las grandes instalaciones de la Ford, de la Chrysler y de la General Motors. Ya en la década de 1930 Detroit se convirtió en un símbolo de modernidad y de poder del capitalismo americano con la implantación de sistemas de trabajo en cadena en las grandes fábricas del automóvil.

La pintura de Rivera para el Instituto de Artes de Detroit fue calificada de marxista y se invitó a un grupo de sacerdotes católicos y episcopalianos a ver la obra que la calificaron de blasfemia. Los periódicos locales la calificaron de vulgar y antiamericana pero cuando se abrió al público, en un solo fin de semana, la visitaron 10.000 personas. Los murales de Rivera son toda una mezcla de sus fobias y obsesiones, pero también una excelente muestra de lo que significaba la industria para la ciudad. Los dos paneles principales de mayores dimensiones situados en  las paredes norte y sur presentan a grupos de obreros que trabajan en la planta de la River Rouge de Ford Motor Company. En otros paneles de diferentes dimensiones que van ocupando los paramentos del vestíbulo se presentan los progresos en áreas como la medicina y las nuevas tecnologías. En la parte inferior del mural de la zona Norte, una serie de obreros que en posición inclinada están esforzándose en un trabajo que se realiza a ambos lados de la cadena de montaje. En planos superiores nuevos grupos de trabajadores que en el centro están flanqueados por una serie de máquinas que crean la perspectiva hacia el fondo de la instalación. Los trabajadores se entremezclan con los mecanismos, las diferentes piezas del trabajo que en el fondo del conjunto se convierten en colores rojizos de la zona donde se realiza la fundición de los metales.

En este frente norte la configuración de la arquitectura va determinando espacios en los que se insertan las pinturas de Rivera. El gran mural de la parte inferior deja una puerta a la izquierda y una hornacina a la derecha con dos bandas superiores donde se localizan una serie de figuras religiosas que suscitaron controversias en su momento. El panel de la zona norte presenta la figura de un Cristo con una peculiar interpretación en la que tres científicos son los Reyes Magos. Para muchos se trataba de una crítica irónica de la religiosidad pero  poco a poco el conjunto fue valorado en su totalidad como idea del progreso y de la tecnología que significaba la industria del automóvil en la ciudad.

El mural de la zona sur tiene en su zona principal de mayores dimensiones una presencia importante de las máquinas, elementos de color gris con formas de gran tamaño, en cuyo centro aparecen grupos de trabajadores en colores brillantes contrastando con las piezas mecánicas. Y en este caso dos elementos singulares: la presencia en la parte derecha de los técnicos, los ingenieros que miran y dibujan en sus papeles lo que se está produciendo en la fábrica. Y otro elemento singular que es la presencia de un grupo de visitantes de la fábrica, personas que desde la distancia observan el proceso de producción. Ahora ya en la parte superior del mural aparecen los vehículos con las piezas de chapa roblonada que conforman su imagen exterior. De nuevo, al igual que en la zona norte dos franjas superiores con una banda más estrecha inferior y otra superior más ancha que ocupan las zonas encima de la puerta de acceso y de la hornacina del otro extremo.

En las paredes Este y Oeste el espacio central está ocupado por la comunicación del vestíbulo con los otros espacios del Centro. En el que comunica con el acceso principal dos grandes figuras a derecha e izquierda con la presencia de un trabajador de pequeñas dimensiones frente a la pieza mecánica que completa todo el panel vertical. Y en la parte superior representaciones del progreso de la aviación con figuras humanas con sus máscaras. En el otro frente que deja ver a través de columnas la escalera de acceso a la planta superior dos grandes figuras en la zona alta y una banda horizontal que completa las pinturas de este paramento en el que la arquitectura y los elementos perforados tienen un mayor protagonismo.

Todo un repertorio de los progresos de la industria en esta primera mitad del siglo XX. Una muestra de las contradicciones de un Rivera marxista militante conviviendo con el capitalismo fordiano. Pero una representación espléndida de lo que está suponiendo la evolución de la máquinas, de los procesos de fabricación en serie y de las trasformaciones económicas y sociales que se están desarrollando en América en ese momento. Diego Rivera decía que la mayor satisfacción que tuvo en Detroit fue ver las expresiones en los rostros de los trabajadores cuando entraron a ver los murales, que reaccionaban como si estuvieran ante un gran espejo. Ahora a principios del siglo XXI, la bancarrota de Detroit y los problemas de su industria automovilística han llevado a plantear incluso la posible venta de los murales de Rivera. La íntima relación entre la pintura, la arquitectura del lugar y la industria de la ciudad nos animan a pensar que eso no será posible. Los murales de Diego Rivera son una excelente síntesis de los procesos industriales del siglo XX, vistos desde su interior. Las modernas técnicas nos permiten, hoy en día recorrer visualmente ese espacio interior desde nuestras pantallas (http://riveracourtdetroitinstituteofarts.synthescape.com/) moviéndonos por el interior del DIA.