JOAN MARGARIT POETA Y ARQUITECTO

Joan Margarit ha sido reconocido con el premio Cervantes este año 2019. Poeta y arquitecto escribía citando a su amigo el arquitecto Coderch: “Una casa no debe ser ni independiente, ni hecha en vano, ni original ni suntuosa”. Uno de sus libros de poemas se titula Cálculo de estructuras en esas referencias a su oficio de arquitecto presentes en muchos lugares de su obra poética. Porque Margarit ha sido catedrático de estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona.

García Montero escribía un artículo al conocerse el premio: “Cuando tituló uno de sus libros Casa de misericordiaJoan Margarit encontró un territorio legítimo para su madurez creativa, pero asumió también una responsabilidad. La palabra poética es refugio contra el desamparo y las hostilidades del mundo, el ritmo vertiginoso de mentiras, falsificaciones, consignas, ambiciones arbitrarias y falsos consuelos que suelen ensuciar la realidad. Pero entrar en este refugio significa aceptar que la escritura poética debe convivir con el dolor, la conciencia de la vida y la verdad. No se trata de creerse en posesión de la verdad, de escribir la Verdad con la mayúscula de los dogmas, sino en el deseo de no mentir, de no mentirse. Y eso es una responsabilidad, porque un mal poema ensucia el mundo”.

El lenguaje poético, dice Margarit es el más duro de todos. Lo que importa decir en los poemas está dentro: ya basta de buscarlo fuera. La poesía debe ser cruel, hasta la más bella. Reflexiones que son refugio de muchas cosas, que se relacionan con experiencias vitales próximas y por ello son capaces de atrapar y de introducirnos en su narración. Elijo algunos poemas que expresan su pensamiento y nos atrapan con su narración.

La libertad.

Una primera reivindicación de la libertad como experiencia de acontecimientos vividos, como realidades de cada día o como aspiraciones de la vida política, pero sobre todo como una forma de amor. Una reivindicación que comienza por ser personal, reivindicando su forma de pensar, la defensa de sus ideas y sus propuestas, sus planteamientos vitales, sociales y políticos en un lugar donde es fácil dejarse manipular o caer en extremos difíciles.

En uno de sus poemas dice sobre la libertad. “Es la razón de nuestra vida, dijimos, estudiantes soñadores. La razón de los viejos, matizamos ahora, su única y escéptica esperanza. La libertad es un extraño viaje. Son las plazas de toros con las sillas sobre la arena en las primeras elecciones. Es el peligro que, de madrugada, nos acecha en el metro, son los periódicos al fin de la jornada.

La libertad es hacer el amor en los parques. Es el alba de un día de huelga general. Es morir libre. Son las guerras médicas. Las palabras República y Civil. Un rey saliendo en tren hacia el exilio. La libertad es una librería. Ir indocumentado. Las canciones prohibidas. Una forma de amor, la libertad”.

Nada enaltece a un viejo.

Una reflexión sobre la vida, el trascurrir de los tiempos, la visión de alguien que ha recorrido un largo camino en este poema del viejo. Reflexiones que surgen en el paso de los años, en las visiones del tiempo que deja atrás muchas cosas, que ve cómo otras personas jóvenes las afrontan. En su libro El primer frio que recoge la poesía de 1975 a 1995 el poema Principios y finales termina así: “Las muchachas lo ignoran: los principios
no se parecen nunca a los finales”.

“Ni esta violencia con la que deseo tener razón. Ni tampoco creer que la felicidad tiene una relación sutil con la mentira. Ni ser tan sucio de corazón como los míos, a pesar de que a ellos los ensució la guerra. Mi paz debe ser una paz falsa. Tampoco no abjurar de la lujuria ni de la vanidad. ¿Cómo podemos ser vanidosos los viejos? Esta es la derrota. Un campo de batalla en el que estoy tirado. Me rodean los muertos. Oscurece. Puedo oír a lo lejos voces jóvenes celebrando lo que hoy, para ellos, aún es la victoria”. Una visión en parte amarga, pero realista de la vida y de la postura que el tiempo va dejando en nuestras actitudes. Una reflexión sobre el tiempo continua en su obra y así titulaba el libro con sus poemas de 1999 a 2002, Llegas tarde a tu tiempo.

La dignidad de la lengua.

Margarit ha mantenido desde siempre una postura clara respecto de la lengua y por eso escribe en catalán y en castellano. Entiende la riqueza de conocer ambas lenguas, de poder expresarse en ellas, de conocer la riqueza de sus manifestaciones literarias. Y por ello encuentra incomprensiones en algunos que quieren ser excluyentes, que entienden el lenguaje más como barrera que como camino de acercamiento y manifestación de ideas y propuestas. Su poema sobre el lenguaje bien podría ser una lección para todas las partes como instrumento para pactar.

“Si la desesperanza tiene el poder de una certeza lógica, y la envidia un horario tan secreto como un tren militar, estamos ya perdidos. Me ahoga el castellano, aunque nunca lo odié. Él no tiene la culpa de su fuerza y menos todavía de mi debilidad. El ayer fue una lengua bien trabada para pensar, pactar, soñar, que no habla nadie ya: un subconsciente de pérdida y codicia donde suenan bellísimas canciones. El presente es la lengua de las calles, maltratada y espuria, que se agarra como hiedra a las ruinas de la historia. La lengua en la que escribo. También es una lengua bien trabada para pensar, pactar. Para soñar. Y las viejas canciones se salvarán”.

Cálculo de estructuras.

En su libro titulado Cálculo de estructuras en referencia a su oficio de arquitecto, reflexiones sobre su actividad profesional y la práctica de la construcción.

“Ya no viene conmigo esta ciudad: no me hace compañía, ni tampoco me protege del viento y de la lluvia. Aquello que pensaba que aprendíamos -cálculo de estructuras, templos griegos- cuando la Diagonal cruzaba descampados y yo estaba estudiando arquitectura, es un oficio de albañiles muertos y cimientos de niebla”.

Pero un oficio del que se siente como la hoguera encendida delante del andamio: “Albañiles al alba encienden fuego con restos de encofrados. La vida ha sido un edificio en obras con el viento en lo alto del andamio, siempre cara al vacío. Ya se sabe que quien pone la red no tiene red. ¿De qué sirve haber dicho tantas veces palabras como amor? Pobres bombillas de un final de línea, se encienden los recuerdos. Pero no quiero que me compadezcan: me repugna esta forma tan fácil del desdén. Necesito el dolor contra el olvido. Esta hoguera encendida con maderos delante del andamio es lo que soy: una pequeña claridad que, sea lo que fuere ser juzgado, nadie podrá negarme nunca más”.

Luis García Montero decía de la poesía de Margarit: “Trabaja sus palabras con un sentimiento de hospitalidad, esperando que el lector las entienda y las habite. Hasta que un lector no hace suyo el poema, puede haber poema, pero no se produce el hecho poético. La hospitalidad de la poesía es así la mejor metáfora de un contrato social democrático. Al escribir, al leer, somos capaces de ponernos en el lugar del otro, sin dejar al otro sin lugar”. Leer a Margarit es encontrar esa hospitalidad tranquila porque la poesía, probablemente, como la casa no debe ser ni independiente, ni hecha en vano, ni original ni suntuosa.

DIEGO PERIS SÁNCHEZ