IH 28 LAS FABRICAS DE TABACO EN ESPAÑA
FABRICAS DE TABACO.
A mediados del siglo pasado, la fábrica de tabacos de Logroño producía 50 millones de cajetillas de tabaco al mes (1.000 millones de cigarrillos). Las fábricas de Sevilla, Tarragona y Alicante unos 35 millones de cajetillas y las de Madrid, Valencia y La Coruña unos 22 millones. El mercado español estaba dominado, para el tabaco negro, por los Ducados 40%), Rex (10%) y los Celtas (11,3%). Para el tabaco rubio la gran demanda se centraba en la marca Fortuna (55%) seguido del Winston (14,7%).
La Fábrica de tabacos de Sevilla.
Pero la historia de la elaboración del tabaco y su consumo había empezado en España siglos atrás. La producción de tabaco para el consumo de la nobleza que fumaba el tabaco en polvo se realizaba, desde 1620, en la fábrica de san Pedro de Sevilla. En 1725 se decidirá construir un gran edificio con la intervención de diferentes ingenieros. Ignacio Sala y Diego Bordick a los que se añaden posteriormente Sebastián van der Borcht proyectan un edificio de 185×147 metros. En él cabían 150 molinos para la elaboración del tabaco importado que llegaba al puerto para elaborar el producto final. Inicialmente era un trabajo manual y la manufactura requiere gran cantidad de mano de obra. En 1868 trabajaban en la fábrica de tabacos de Sevilla 6.300 mujeres y 350 hombres. Las cigarreras son parte esencial de la producción y su presencia demandaba servicios complementarios: salas de lactancia, viviendas y servicios sociales.
Poco tiempo después, en 1741, se decide la construcción de la fábrica de Cádiz ocupando el espacio de la antigua alhóndiga. Una instalación que da trabajo a 1500 mujeres y 100 hombres. En ocasiones se habla de la mejor calidad de la producción de Cádiz respecto de la de Sevilla y operarias gaditanas se trasladan a Sevilla para enseñar a las operarias de esa fábrica.
El nuevo impulso del siglo XIX.
Curiosamente la producción del estraperlo y las dimensiones que alcanzan da una idea de la demanda del mercado y de la posibilidad de ampliar la producción controlada por el Estado. Y por ello se pone en marcha la construcción de nuevas fábricas. En 1801, en Alicante, se rehabilita la Casa de la Misericordia como fábrica con 4.200 operarias trabajando en sus instalaciones. En La Coruña se reutiliza el edificio de Correos Marítimo con un traslado posterior a la Fábrica Nueva que tenía 256 ranchos con seis operarias cada uno de ellos y capacidad para 2500 trabajadoras. En esta fábrica comenzó a elaborarse a finales del siglo XIX el puro Farias.
En Madrid, con el impulso de José Bonaparte, se pone en marcha la fábrica de tabacos aprovechando el edificio de la fábrica de aguardientes y naipes ya existente. Una reutilización de un edificio industrial en el que trabajan cerca de 3.000 cigarreras. Un principio de siglo que construye estas tres nuevas instalaciones que se suman a las de Sevilla y Cádiz.
Dos décadas después surgirán las fábricas de Santander, Gijón y Valencia. Instalaciones que reutilizan el Hospital de san Rafael y el convento de santa Cruz del monte Calvario, el convento de agustinas recoletas en Gijón o el edificio de Aduanas en Valencia. En esta ciudad, en 1904, se construirá un edificio de nueva planta llamado el Palacio de la Industria. Edificios situados en la costa adonde llega el tabaco a sus puertos, salvo el caso singular de Madrid. El control de la producción y comercialización lo realiza la Compañía Arrendataria de Tabacos que mantendrá su control hasta la creación, en 1945, de Tabacalera.
Los edificios finales.
A finales del siglo XIX surgen nuevas fábricas. En San Sebastián se aprovecha el edificio de la alhóndiga provincial hasta que se decida la construcción de un nuevo edificio. En Logroño se rehabilita el convento de la Merced y en Tarragona se construye un nuevo edificio en 1922 al igual que en Málaga en 1928. Se configura así una red de doce edificios algunos de ellos construidos de nueva planta y otros reutilizando instalaciones civiles o religiosas. Las condiciones singulares de estas instalaciones fabriles son reducidas y trabajan en diferentes plantas desde el proceso de preparación de la materia prima a la elaboración de los cigarrillos y su empaquetado. Una arquitectura plural y diversa en la que lo importante es el mantenimiento de una función similar, la elaboración del tabaco, que se adapta a construcciones de características muy diversas. Inicialmente una producción manufacturera que con el paso de los años se va mecanizando y adquiriendo nuevas condiciones reduciendo de manera drástica la mano de obra necesaria. En 1945 existen doce instalaciones repartidas por el país que elaboran el tabaco controlado por el Estado con la producción de importantes rentas para la administración.
El cultivo español.
Si el tabaco llega en su mayoría de la importación de otros países, en 1920 comienza a cultivarse en pequeña medida en nuestro país. Inicialmente es considerada como una planta ornamental de especial belleza. En 1921 hay 16 cultivadores y doce millones de plantas que ocupan 1000 hectáreas. Esta cantidad va aumentando con el paso de los años y en 1925 hay ya 24 millones de plantas, en 1931, 5.500 hectáreas y en 1950, 20.000 hectáreas. Un cultivo que se concentra en zonas de Andalucía, Extremadura y Levante. El paisaje del tabaco tiene edificios singulares junto a los cultivos: los secaderos, las naves de condicionamiento y fermentación y en casos singulares el nacimiento de pueblos de colonización en la Vega del Tiétar, desde Talavera de la Reina a Extremadura.
Desde mediados del siglo XX la producción cambia radicalmente en procedimientos mecanizados y procesos más próximos a lo industrial. Pero quedan como testimonio de la manufactura doce edificios singulares, especialmente el de Sevilla con características que lo hacen único en este conjunto arquitectónico.
La rehabilitación.
La mayoría de estos edificios han sido reutilizados para usos actuales con diferente fortuna en sus proyectos de recuperación. La conservación de sus características industriales o de otro tipo que tuvieron en su origen quedan ocultas en rehabilitaciones para usos no acordes con el propio edificio. Sevilla convertido en espacio universitario mantiene la grandiosidad de sus fachadas y la complejidad de sus espacios interiores. La Biblioteca de Logroño en la sala de producción y elaboración con su altura singular conserva sus condiciones de espacio industrial ahora convertido en espacio de estudio y conocimiento. Algunos edificios esperan pacientemente su posible rehabilitación.
Un patrimonio industrial de especial importancia social por las condiciones de control, de producción y de mano de obra. Carolina Castañeda presentaba su tesis doctoral, dirigida por Fernando Vela, en la escuela de Arquitectura de Madrid sobre estas fábricas. Un conocimiento de un importante patrimonio industrial que podremos valorar en su conjunto de forma más adecuada como parte de nuestra memoria reciente.