IH 9 LA FABRICA DE CERAMICA DE VILLAR DEL POZO

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LA FÁBRICA DE CERÁMICA DE VILLAR DEL POZO.

 

            La fabricación de cerámica ha estado presente en numerosos lugares de Castilla-La Mancha, con una producción eminentemente artesanal. Producciones destinadas a la elaboración de materiales de uso cotidiano para la cocina, el almacenamiento de alimentos o las tareas domésticas. En esa producción hay numerosas localidades de nuestra región que han elaborado productos de alta calidad: Puertollano ha tenido una tradición alfarera notable o Chinchilla en Albacete. Algunas localidades se especializaron en determinadas producciones como es el caso de Villarrobledo con la producción de tinajas para la elaboración del vino, recipientes que iban desde las 10  arrobas las más pequeñas, pasando por las de 30 y 50 de capacidad, hasta las de 150 a 250 arrobas. Se han llegado a construir tinajas de 700 arrobas. Otras poblaciones destacan por la elaboración de materiales con unos acabados y decoración de alta calidad como es el caso de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo.

            Será a finales del siglo XIX y principios del XX cuando se empiecen a instalar fábricas con capacidades mayores de producción destinadas especialmente a la construcción. Ladrillos para los cerramientos exteriores de los edificios, tejas para las cubiertas, revestimientos para suelos y paramentos así como tuberías para las conducciones de aguas y saneamiento definen un mercado de demanda con grandes posibilidades. Y por ello ya no basta con las instalaciones artesanales de otras épocas, se requieren instalaciones con una mayor capacidad de producción, control de la calidad de los productos y tecnologías, que dentro de los usos tradicionales consigan unos mejores productos.

 

La Fábrica de cerámica de Villar del Pozo.

             La Fábrica de cerámica de Villar del Pozo utilizaba en gran parte sistemas tradicionales pero incorporó nuevas tecnologías y producción a mayor escala. La fábrica se construyó con participación alemana a principios del siglo XX. El conjunto acotado por un cerramiento exterior acogía una serie de edificios y viviendas para los responsables del conjunto. Tres edificios importantes conformaban la instalación. El edificio central, de planta rectangular, tiene una alta chimenea y es el horno para la cocción de los ladrillos que se fabricaban de forma artesanal. Una construcción realizada con muros de piedra de 26 metros de largo y 11 de ancho con un núcleo central en cuya parte más ancha se localiza la chimenea de 31 metros de altura, 2,50 metros de diámetro en la parte inferior y 1,30 en su coronación superior. En la parte redondeada 4 huecos de acceso y en los tramos rectos 6 accesos en cada uno de ellos. Desde la parte superior de este espacio al que se accedía por una pequeña escalera situada en la parte curva se podían abrir o cerrar diferentes compuertas metálicas que acotaban los espacios de la parte inferior. De esta forma el horno podía utilizarse en diferentes fases en cada una de sus áreas controlando la temperatura y el grado de cocción de los materiales. El conjunto estaba cubierto con una estructura a dos aguas en la parte recta del mismo dejando la zona curva donde se situaba la chimenea libre. La estructura de cubierta era metálica con elementos roblonados sobre los que apoyaban piezas de madera donde apoyaban las tejas.

            El segundo edificio importante del conjunto es el horno para cemento que se remata con un tronco de cono de gran tamaño con unos 7,5 metros de diámetro en la base y cinco en su parte superior. Un elemento con la planta cuadrada de 8,3 x8, 3 metros y una altura total incluido el tronco de cono superior de 9,60 metros. Los pequeños huecos abiertos en la zona superior y las proporciones del elemento con su hueco de acceso rebajado en la parte inferior dan a esta pieza un carácter simbólico singular. La planta auxiliar para el trabajo cerámico era de planta rectangular de 16 x 11,3 tenía en su centro dos chimeneas cilíndricas de 3 metros de diámetro cada una de ellas que sobresalían unos 5,5 metros cada una de ellas sobre la cubierta.

            El conjunto se completaba con la zona de residencia y administración situada junto al acceso principal al conjunto. Situado junto a la línea de ferrocarril tenía unas posibilidades excelentes de distribución de los materiales fabricados en las instalaciones. El abandono de las mismas ha hecho que poco a poco el tiempo y el pillaje de los elementos metálicos sobre todo hayan ido deteriorando una instalación de gran interés. Los tres elementos esenciales de la fábrica tenían unas características de dimensiones y formas muy sugerentes. Esta era la descripción que se hacía apenas hace 20 años en los estudios de patrimonio industrial de Castilla-La Mancha.

            Una estructura industrial que se ha visto rodeada por los elementos del progreso de las últimas décadas. El ferrocarril que pasa a su lado es el AVE aunque sigue en pie un pequeño edificio en colores blancos y recercados añil que dice: Estación de Cañada de Calatrava. Desde sus instalaciones se hacen visibles las pistas del aeropuerto ahora abandonado, a escasa distancia. Y por el otro lado la carretera que lleva al aeropuerto.

 El patrimonio industrial a conservar y reutilizar.

          El conjunto fabril se encuentra abandonado y el paso del tiempo y de la acción destructora del hombre, han ido reduciendo sus instalaciones a los elementos básicos y esenciales. Se mantienen en pie los elementos de dos de las áreas de instalación que he comentado anteriormente. La zona del horno de material cerámico con su chimenea elevada, sin su cubierta superior y la del horno de cemento con su tronco de cono elevado. La geometría rotunda de sus elementos da sentido a un complejo vacío y abandonado con un interés formal que merecería la pena recuperar, de forma inteligente, para posibles actividades lúdicas o artísticas. Un ejemplo más del abandono de nuestro patrimonio histórico que se desprecia y no se es capaz de mantener dentro de los necesarios cambios y adaptaciones. En la actualidad una valla metálica rodea los dos elementos que han resistido el paso del tiempo, del pillaje y de la ignorancia de nuestra sociedad.

            El espacio en ruina tiene la belleza de lo abandonado, de lo inútil, que se reconoce como de otro tiempo y que ahora cobra un sentido puramente simbólico, alegórico, en ese abandono. Como decía Walter Benjamin: Aquello a lo que afecta la intención alegórica es separado de los contextos de la vida: y con ello es, al tiempo, tan destruido como conservado. La alegoría se aferra a las ruinas, ofreciendo la imagen de la inquietud coagulada. Pero también es el monumento a la falta de sensibilidad y de compromiso de nuestra sociedad con un patrimonio como el industrial que es parte esencial de nuestra cultura.