EL VINO DE GARCÍA PAVÓN

Este año celebramos el centenario de García Pavón con cuyo motivo se han organizado actividades diversas: exposiciones, conferencias y sobre todo una excelente publicación de sus obras completas. Recojo algunas de las reflexiones presentes en la obra de García Pavón sobre el vino y la vendimia especialmente en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado.

El vino y la vendimia y el tiempo.

El vino y la vendimia son referentes del tiempo para García Pavón. Plinio y don Lotario viajan a Madrid para esclarecer la desaparición de dos hermanas de Tomelloso. Allí conocen a numerosas personas de la localidad que residen en el mismo hotel o que coinciden en su viaje a Madrid. Y cuando inicia el relato de Las hermanas coloradas y quiere situarlo en el tiempo dice:

“Y fue un lunes como dije, pocos días después del remate de la vendimia, cuando el pueblo tiene color de breva y el aire calmo. Las bodegas están llenas, los bolsillos fuellean de esperanza o están hinchados de billetes nuevos (esos billetes recién esmaltados de verde que dan los bancos en Octubre), las conversaciones apaciguadas, los cuerpos relajados, los jaraíces recién limpios; y las viñas coronadas  de sienas y pajizos, de pámpanos declinativos, lloran menopaúsicas y añorantes el fruto perdido. Todo el pueblo olía a vinazas, a caldos que fermentaban, a orujos rezumantes. Hasta las lumbreras llega el zurrir de tripas de las tinajas coliqueras”. Tiempos que han cambiado con las nuevas variedades y formas de cultivo y en el Vendimiario de Plinio aclara cómo la vendimia se empezaba a finales de Septiembre o primera de semana de octubre.

Los viñedos son elementos esenciales del paisaje y de la vida de la gente de Tomelloso y don Lotario en un momento de depresión de Plinio, en la averiguación de quién es Witiza, le dice: “porque Dios le da agua al que tiene viñas que quien no las tiene ni se entera que llueve”. En el Vendimiario de Plinio reclama la importancia de la vendimia: “La vendimia evoca mucho  y nos une con fuerzas soterrañas, entre religiosas y cantoras, al imaginero de aquellas tropas que se fueron al osario con sus blusas mosteadas; a las generaciones del sarmiento y la vinaza, las madres y las lías, que durante siglos hicieron el pueblo”.

El vino elemento esencial de la vida.

Y en una de las salidas nocturnas por Madrid en su búsqueda de las hermanas coloradas, de Manuel y Lotario acompañados de Antonio están comiendo galianos con unos amigos y Antonio, el Faraón comienza su discurso de elogio al vino:

El vino, “que barre recochuras y pone la risa a flote. Da corriente a los nervios, despabila bellota, hace buenos amigos, y todas las mujeres comestibles. Enfría el corazón y lo calienta. Te llena los toneletes de leche. Deshollina el riñón, te quita peso, encarga palabras, llama chistes, caldea los ojos, ensalza la lengua y te pone la vida como un haz de alegrones.  Beber con tiento es volverse mozo, ver las corridas llenas de flores y sentir las manos con ganas  de teta y los pies bailones. El vino es la sangre que mensila el gran papo del globo terráqueo. El mero caldo de la creación humana. Todo lo grande de esta vida se hizo al correr el vino… Todo lo grande y bueno de la vida es por el brío del vino”.

Plinio estuvo a punto de reengancharse en la mil “para hacerse chusquero, pero al fin no se decidió. Lo de pasarse la vida poniendo quintos en fila no era su vocación. Volvió al pueblo con intención de irse a las viñas, estuvo un poco tiempo de bodeguero, pero al fin el alcalde Carretero le ofreció un puesto de guardia municipal”.

El vino y las viñas son parte de la vida de las gentes de Tomelloso. Celedonio el Rico en su monólogo  alabando la vida definirá lo que quiere para su vida  “Yo no quiero morirme coño, no quiero morirme, Que aún así como estoy me conformo… Quiero leer el ABC en el San Fernando, tomarme una caña con mis hermanos y amigos a eso de la una; comer luego a la paz de mi balcón con mi pobre mujer enfrente; dormir la siesta en el sillón de orejas y volver a la terraza del Casino a la caída de la tarde, para hablar como siempre de arrobas de vino, de avenas maduras, de trojes, de azufre, de olor a vinazas…”. Cuando escribe un artículo sobre Pepe Poveda que había sido designado gobernador de Ávila dice de él: “Pepe siempre ríe, bebe vino- porque sin vino del año no hay talento que valga la pena, da abrazos y va adonde hay que ir”.

Formas de beber el vino.

En “El huésped de la habitación número cinco”, apoyado en la barra del bar, el domingo, dice: “Le ponían una cerveza  para regar la plaza o quitarse la sed gorda, la sed fina se apaga con vino” Y en ese mismo texto un poco más adelante hace la curiosa descripción de las formas de beber el vino:

“Entre los rezagados del vino, que no de la caña, quedaban Rafael García, el joyero, que era de Valdepeñas, y por eso tomaba tinto, y Antonio el secretario de Juzgado, que por ser de Córdoba bebía vino andaluz con mucha delicadeza de dedos y elegancia en el ademán para no mancharse el traje. Cada pueblo tiene su ceremonial a la hora del vino. Los andaluces como el Secre, beben como si besasen la mano de una marquesa de Jerez; los de Valdepeñas, más a lo llano, con giros de cantaor; y los de Tomelloso, más llanos todavía, beben la cerveza o el vino, da igual, como agua, sin protocolo visible”.

A Plinio le gustaba la cerveza para empezar para matar la sed gorda, pero después hay que pasarse al vino. En el casino en esa feria lluviosa que no les deja salir, reunidos con Claudio Arrate que les va a presentar a su nieto, Luis Pérez, y Coño Venegas celebrando las fiestas hace la siguiente reflexión: “Por los últimos veinte años en Tomelloso, sólo bebían la cerveza los señoritos distinguidos. La verdad es que el aperitivo no se estilaba. Como casi todos eran viñeros o trabajan en bodegas- ahora hay más empleomanía- el vino era especie doméstica que a nadie se le ocurría buscarlo en establecimientos. En los casinos se bebía café y refrescos; y en las tabernas aguardiente. No existían bares. Y vino había en todas las casas para remedio de cualquier sed. El obrero de bodega cada media hora se echa un trago y lía un cigarro. El viñero, que llevaba la bota atada a los varales del carro- ahora tractor- cuando el sol lo deja sin saliva se da un lavativazo de chorro fino. El que estaba en el patio de su casa sin faena, esperando visita o algún muerto amigo para echar la tarde, cuando llegaba al límite del aburrimiento se bajaba a la cueva pasico, y allí, a la fresca, le daba un tiento al jarro cubierto con tapetillo para evitar mosquitos; liaba su pito, y subía despacio, pantaloneando a ver si pasaba otra hora… Y al llegar los bares, primero el American-bar en el Paseo de la Estación y luego el bar Medina, se democratizó la cerveza y en aquel pueblo de caldos anegadores las gentes se dieron a beberla tirada, de barril…”.

Visiones que nos acercan a la realidad de nuestro paisaje, de los viñedos, la vendimia y el vino de La Mancha de la mano de un autor arraigado en Tomelloso y que conoce de forma especial la realidad de esta tierra.