EL MAESTRO DE LA LUZ. GUSTAVO TORNER

La Universidad de Castilla-La Mancha reconocía a Gustavo Torner como doctor honoris causa el año 2002. Un acto protocolario que reconocía la trayectoria de Torner en sus múltiples aspectos: pintura, escultura, montaje de exposiciones, vidrieras… Y, en aquella ocasión hacía una reflexión sobre su obra.
El maestro de Cuenca.
En el Museo de Bellas Artes de Budapest existe una espléndida colección de pintura española. Y entre las obras allí expuestas me atrae especialmente una Piedad ubicada en uno de los rincones de una de las salas, obra llena de luz y con una composición plena de belleza y fuerza. Es una obra de finales del siglo XV o principios del XVI. El cuadro está firmado por “El Maestro de Cuenca” (1475-1550) y según dice la información del Museo ha sido adquirida en Moscú en 1994.
Casi trescientos años antes había comenzado a construirse la catedral de Cuenca en el lugar de la antigua mezquita, que será consagrada en 1208 y se irá ampliando, modificando y reconstruyendo a lo largo de los siglos. Cuando el maestro de Cuenca pintaba su Piedad, la catedral está en plena actividad. Se levanta la sacristía, la sala capitular, la biblioteca, el claustro y se pintan numerosas capilla y labran retablos. El edificio se renovará hasta llegar al siglo XX cuando Lampérez levante su nueva fachada. A finales de ese siglo se plantea el proyecto de realización de las vidrieras de la catedral. Un proyecto ambicioso que quiere resolver la iluminación interior del espacio catedralicio con la colaboración de artistas contemporáneos como Gustavo Torner, Gerardo Rueda, Bonifacio y Henri Dechanet.
Vidrieras para la catedral de Cuenca.
Gustavo Torner, integrado en el proyecto, diseñará las vidrieras que ocupan el espacio central de la catedral. El cabildo había facilitado un programa en el que ese espacio en torno al altar mayor debía desarrollar el tema de la Creación. La visión propuesta por Gustavo Torner es una visión abstracta que valora el espacio con la luz y el color. Formas abstractas generadas por la presencia de círculos de colores llenan esos grandes planos verticales de los ventanales que conforman el espacio central del conjunto arquitectónico del altar mayor. Cuando los diseños realizados en papel se presentan al entonces obispo de Cuenca, en el palacio episcopal remodelado por el obispo Diego Ramírez en 1535, Guerra Campos, éste reconocerá que la propuesta no recoge los temas planteados pero que están llenos de belleza y apenas un año después llenarán de luz y color el espacio central de la celebración litúrgica.
Los paños se diseñan con colores que se gradúan desde los extremos al centro del conjunto dotando a ese espacio de colores ámbar y rojos que varían de acuerdo con la luz que incide sobre ellas. Este espacio central de la catedral está ocupado por el retablo de Ventura Rodríguez tallado en mármol blanco en el siglo XVIII. Cuando Ventura Rodríguez llega a Cuenca en junio de 1751 vio y midió la capilla de los Pozo y el presbiterio para realizar las trazas y el modelo que encomendará a los maestros Gabriel Eugenio González, Pedro Ignacio Incharraundiaga y Blas de Rentería como aparejadores y maestro arquitecto de jaspes. El retablo en el que predomina el blanco del mármol de Carrara se colorea con el verde de Granada y el rojo de la Parra. La obra se completará en 1760. El retablo del altar mayor también ideado por ventura Rodríguez se resuelve con jaspes de colores amarillo y dorado. Se construye así, en el siglo XVIII, un espacio de color definido por los materiales y sus diferentes texturas. Doscientos años después se llena de la luz que se colorea al atravesar las vidrieras diseñadas por Gustavo Torner. Colores ámbar, amarillo, amarillo anaranjado, rojos y azules que inciden sobre la riqueza de los materiales del transparente y del retablo.
Ámbitos de luz.
Los diseños de las vidrieras están pensados para crear un ámbito de luz centralizado, con colores más claros en el centro y colores más oscuros en los extremos. Este espacio se modifica con las horas del día y las estaciones del año en las que la diferente intensidad del soleamiento y la inclinación del mismo crean espacios interiores diferentes con una pluralidad de posibilidades y situaciones. Los colores y las formas se hacen así diversos de acuerdo con las horas del día, las estaciones del año y las percepciones de las personas que ocupan ese espacio arquitectónico ahora conformado por la luz y el color de las vidrieras. No es una pintura sobre un soporte opaco que se presenta estable y uniforme, es una obra que se percibe en ese espacio interior como diversa y plural. Al desaparecer la luz del día e iluminarse el templo interiormente será la percepción peculiar desde el exterior la que presente el color desde el ámbito de penumbra que rodea el conjunto edificado. Los cristales elegidos cuidadosamente en Francia con matices y tonalidades singulares se montarán en la Escuela Taller dirigida por el maestro vidriero Henri Dechanet. Gustsavo supervisó cuidadosamente la ejecución de las vidrieras en el taller conquense donde se realizaron.
La obra realizada por Gustavo Torner está pensada y diseñada con maestría, con la sabiduría del uso del color que Gustavo demuestra en su obra pictórica, en sus montajes museográficos, en sus diseños y en todas sus actuaciones. Es maestro del color, de la composición y de las formas. Como aquel pintor del Museo de Budapest es también maestro como le reconoció hace años la Universidad de Castilla-La Mancha al nombrarle “doctor honoris causa”. Y entre otras muchas cosas, este artista también maestro de Cuenca, es “maestro de la luz”.
Obra extensa
Gustavo Torner tiene una amplia obra en muchos ámbitos y con gran generosidad donó un conjunto de 250 obras al Museo Reina Sofía. En Cuenca, un espacio acondicionado por el estudio Paredes Pedrosa, denominado Espacio Torner reúne un grupo de obras de espacial calidad. Sus vidrieras de la catedral de esa misma ciudad son una muestra de cómo el arte contemporáneo puede convivir con la historia. Sus obras presentes en el Museo de Arte abstracto que promovió junto a Zobel dialogan con otros muchos artistas de la abstracción. Y una escultura de sus formas geométricas entrecruzadas está en el Museo de la Merced dentro de la colección de arte contemporáneo de Castilla-La Mancha.
Un conjunto de obras, muestras de su extensa y abundante actividad a lo, largo de sus cien años de vida que nos permiten mantener viva la presencia de uno de los grandes artistas de nuestra región.