R1 DORADOS Y COLORINES

DORADOS Y COLORINES.

 

En la ciudad de Almagro se termina en el siglo XVIII uno de los conventos de mayor envergadura de la provincia de Ciudad Real: la iglesia de la Compañía de Jesús. Un conjunto que se había comenzado a construir en 1625 pero que, por problemas económicos, se terminará mucho más tarde. En 1733 la Compañía firma un contrato con Tomás Núñez de la Barrera, en el que se indica que las partes más nobles del edificio (bóvedas, cúpulas, portadas, etc.) serán realizadas por su hermano Juan Alejandro.

A pesar de la importante donación del pueblo y de algunas familias nobles   los jesuitas no llegan a ver la obra terminada ya que la Pragmática de Carlos III de 1777 que los expulsaba de España llega sin haberse completado el conjunto. El proyecto tiene un amplio programa que comprendía tres elementos fundamentales: iglesia, convento y colegio.

La iglesia de los jesuitas.

La iglesia (actualmente parroquia de san Bartolomé) se inició con el lenguaje del siglo XVII y se terminará en el siglo XVIII. La fachada está construida en piedra y ladrillo y está formada por un gran rectángulo impostado al que se adosan las torres y el frontón. La composición está resuelta con habilidad haciendo que el cuerpo de las torres se inserte en la base inferior sin variar su unidad. Se conforma así un cuerpo inferior que llega hasta el frontón de remate con la misma altura que la anchura total del frente. Un alzado sobrio y equilibrado en el que se van insertando los diferentes elementos ornamentales centrados especialmente en la portada y el remate de la cúpula superior. Los tratamientos de materiales con los encintados de ladrillo que crean planos rectangulares de mampostería, la piedra del zócalo y laterales que dejan en el interior los cuerpos de ladrillo en planos separados entre los que destaca el cuerpo de la portada componen una unidad global con acentos en la portada de acceso y huecos laterales.

La portada se realiza en piedra caliza y consta de dos cuerpos que corresponden a los dos momentos de su construcción: el primer cuerpo está planteado con principios clásicos y está formado por un arco de medio punto flanqueado por dobles pilastras pareadas que sostienen el entablamento. El segundo cuerpo, proyectado por Núñez de la Barrera, es diferente. El frontón triangular superior enfatiza este efecto de centralidad en el acceso al edificio.

El remate exterior del conjunto edificado es la gran cúpula encamonada que cubre el crucero y que remata el juego de volúmenes del edificio. Una cúpula que se levanta sobre un cuerpo recto hasta un nivel algo inferior al de los torreones laterales y sobre la cual se levanta el volumen del remate superior. Un elemento que se hace visible desde múltiples perspectivas de la ciudad como elemento de grandes dimensiones que da un nuevo sentido al conjunto religioso.

El espacio blanco del interior.

El interior de la iglesia tiene una planta típica jesuítica de una nave con capillas laterales comunicadas entre sí, crucero y presbiterio plano conformando en su totalidad una planta rectangular. El Gesú de Vignola en Roma se convierte en modelo a repetir en las iglesias construidas por los jesuitas. Se trata de construir un espacio unitario con buenas condiciones visuales y acústicas para los fieles que asisten a las celebraciones religiosas.

En su alzado hay tribunas entre pilastras de orden corintio, formadas por balcones con una decoración rococó con elementos vegetales y rocalla enmarcadas por una moldura mixtilínea similar a la de la portada. El entablamento está formado por ménsulas pareadas. La cubierta de la nave se realiza con bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos con decoración de yesería. La cúpula del crucero tiene tambor con ventanas que iluminan el interior. La media naranja está dividida en plementos por pseudo columnas jónicas de yeso con fustes decorados que convergen en la linterna y la dividen en plementos. Un espacio de planta rectangular con proporciones 1 x 3 aproximadamente (34 metros de largo por 11 de ancho) y una altura de la zona central 1,75 veces su anchura (19 metros). Resulta así un espacio de proporciones equilibradas que en estas relaciones amplia la fuerza del espacio que se abre en las capillas laterales y en el crucero, alcanzando en ese punto, una dimensión prácticamente el doble de la nave central. El crucero repite las proporciones de la nave duplicando su dimensión (11×22) con un presbiterio con profundidad reducida (3,70 metros).

La luz y el color inexistente.

El espacio de la nave con sus colores blancos en todos sus elementos encuentra un punto de atracción en el crucero con la apertura del espacio hacia la cúpula y la entrada de la luz en este punto por el tambor perforado de la misma. El movimiento de sus molduras lleva las miradas hacia ese lugar central del templo.

Un edificio en el que podemos resaltar dos elementos esenciales: la ornamentación y la luz. Tanto la planta, como los alzados y secciones tienen una base de trazados clásicos en su composición general. Las proporciones y equilibrio del alzado, de la planta en sus proporciones anchura, longitud y de las secciones en su relación con la anchura y dimensiones longitudinales del conjunto mantienen equilibrios y proporciones clásicas.

La ornamentación es la que introduce un nuevo lenguaje, una ornamentación basada en las molduras, en la creación de volúmenes en diferentes partes del edificio especialmente cornisas y cúpula. Y junto a ello el elemento esencial de la luz que se hace entrar hábilmente en diferentes lugares del edificio desde la parte superior del mismo creando acentos, concentrando la atención en diferentes partes del mismo y resaltando la ornamentación que crea sombras y efectos de volumen. La imagen blanca de un volumen importante como el del interior de la iglesia se llena de matices, de referencias con los juegos que la luz produce a lo largo del día. El equilibrio y la dinámica de los sentidos a través de recursos esenciales como la proporción, el volumen y la luz. Los cierres de algunos de estos huecos de la zona de la nave en las restauraciones realizadas en las últimas décadas modifican sustancialmente esta visión y cambian la realidad construida de forma negativa.

Dorados y colorines.

Recientemente se han realizado de nuevo restauraciones en la cúpula con sustitución de piezas de madera y colocación de la pizarra en partes deterioradas. La austeridad de su espacio blanco mantenido durante décadas, la luz con sus accesos superiores en la nave y crucero y los pequeños acentos y las proporciones de sus espacios son valores que no deben alterarse para conservar este edificio que constituye uno de los referentes esenciales del Barroco en la provincia. La introducción de dorados en elementos de las yeserías y colores en algunos de sus elementos ha deteriorado de forma grave el espacio interior de esta iglesia introduciendo alternancias en una lectura unitaria. Las purpurinas doradas subrayan elementos puntuales que rompen la dinámica de las molduras lineales del edificio. Y los colorines de pechinas de la cúpula y elementos centrales alteran gravemente el espacio arquitectónico. Responsabilidades no sólo del proyectista y de la propiedad, sino sobre todo de la administración responsable del patrimonio que debe velar por la conservación de los valores esenciales del patrimonio histórico. Los jesuitas con su espacio blanco son un valor importante del patrimonio barroco que no puede alterarse con dorados y colorines.