CR10 CR 1850
Entre 1845 y 1850, don Pascual Madoz, se esforzaba en completar su Diccionario Geográfico estadístico histórico de España y sus posesiones de ultramar. Empeño en el que llevaba cinco años con numerosos ayudantes en cada rincón del país. Debía describir cada población, sus habitantes, sus edificios, sus producciones, y servicios. Don Pascual describía así Ciudad Real: “Desde alguna distancia presenta la ciudad un aspecto agradable aspecto que resulta de sus edificios, murallas e ingresos, acompañado a unos 2.000 pasos, de arboledas, viñas y olivares; pero acercándose a sus puertas causa disgusto ver arruinadas en varios trechos sus murallas, aunque reparadas durante la última guerra civil, que podían haberse conservado con más facilidad que en otras ciudades, por ser modernas y no haber sufrido grandes ataques; su circunferencia asciende a 5.452 varas con ocho puertas de comunicación al interior…comprendiendo una extensión de 1800 varas desde la puerta de Alarcos a la de Calatrava y 2.004 de la de Ciruela a la de Toledo, o sea de S a N; en este recinto se encuentran muchos espacios despoblados, que indican manifiestamente el mayor vecindario que antiguamente tuvo la ciudad”. En ese momento la ciudad tenía 1.042 casas, bastante buenas en general aunque algo bajas, aunque también las hay grandes y espaciosas con rejas y balcones de hierro, revocadas y blanqueadas y algunas pintadas con más lucimiento. La ciudad tiene espacios urbanos como la plaza Mayor o la de la Constitución, las plazuelas del Pilar, San Francisco, Loaisa, Santiago, San Antón, Franciscas, Hospicio, Dominicas, Muñoz, Carmelitas, Remedios, el espacioso atrio de San Pedro, el atrio y bonito paseo del Prado, al frente de la parroquia de Santa María, y por último 74 calles formando las principales llamadas de Toledo, Calatrava y de la Feria una especie de estrella al sur de la plaza de la Constitución . Hay ya edificios notables como la catedral de Santa María, San Pedro Apóstol y Santiago Apóstol. Los conventos que existen en este momento son: el de Mercedarios descalzos, Franciscos observantes, que es cuartel de infantería, canónigos regulares de San Antón que eran hospitalarios y fueron extinguidos en el año 1788 quedando la plazuela de este nombre, San Juan de Dios que sigue de hospital y Dominicos que se arruinó, y Carmelitas descalzos, extramuros, que se conserva sin destino. Conventos de monjas subsisten las Franciscas, Dominicas y Carmelitas. El Hospicio es el edificio fundado por Lorenzana y parte del convento de Mercedarios se ha transformado ya en Instituto de segunda enseñanza. En 1844 se ha construido la plaza de Toros.
Don Pascual incluía junto a su Diccionario el plano de Francisco Coello que es la primera cartografía de calidad que hay de la ciudad. Un plano que recoge el trazado de la muralla y las puertas del conjunto con un interior en el que Coello destaca 45 elementos singulares.
Domingo Clemente y su Guía de Ciudad Real.
Un matemático, maestro e inspector de primera enseñanza, estudia la ciudad veinte años después. Don Domingo había publicado un libro sobre Aritmética esplicada que según la prensa especializada tiene claridad y sencillez en los razonamientos, novedad en el método y varios problemas relacionados a los usos más comunes de la vida y procedimientos adecuados para plantearlos y resolverlos con facilidad. Luego había publicado un libro sobre la Constitución de 1869 para explicarla a los artesanos, labradores y personas sencillas. Don Domingo Clemente y López del Campo, nacido en Mora de Toledo era catedrático de Matemáticas de Escuela Normal. Pero ahora estaba empeñado en un asunto que le había ocupado más tiempo y esfuerzo. La Guía de Ciudad Real quería ser un estudio detallado y minucioso de la realidad de la ciudad en ese momento. Aunque humildemente reconocía que nada nuevo ni original descubrirán los versados en los anales manchegos al hojear las páginas de la guía de esta ciudad. Pero había analizado y dejado constancia de cada detalle: trece barberías, dos bollerías, cinco boticas, una buñolería, dieciséis carpinterías, trece casas de huéspedes, los precios de la línea de Ciudad a Real a Madrid con un recorrido de 263 Kilómetros… La taza de café o de chocolate en la fonda de la estación valía dos reales y si era con tostada o bollo tres. Porque el tren ya había llegado a la ciudad y se podía viajar a Madrid, Toledo, Córdoba, Albacete o Badajoz desde la estación cercana a la Puerta de Ciruela. La Guía debía entregarse al establecimiento tipográfico de Cayetano Rubisco esta misma semana y aún le faltaban por comprobar diferentes detalles. Ciudad Real tenía ya 10.366 habitantes con 1.279 edificios dentro de ella y 379 fuera con un total de 2770 propietarios. Cuando la Guía se publicó, en sus páginas finales, se anuncian la peluquería y perfumería de Saturio Pérez en la calle de la Feria 8, la sombrerería de Gregorio Escribano en la calle Mercado Nuevo, esquina a la calle Calatrava que vende sombreros de copa, de seda y de castor, hongos y calañeses. Y a doble página el anuncio de la Gran Fábrica de Chocolate de Dámaso de Barrenengoa que había concurrido a la exposición universal de Londres en 1862 y a la de París en 1867 y que fabricaba veintitrés clases de chocolate, once con canela, siete sin ella y cinco con vainilla.
La fotografía de Jean Laurent.
Un fotógrafo francés se esfuerza en documentar la realidad española en muy diversos aspectos. Fotografía las ciudades con una calidad técnica desconocida hasta entonces, las obras públicas que se realizan en España en el final del siglo XIX y construye su grafoscopio para fotografiar de forma continua las salas del Museo del Prado. De Ciudad Real fotografía la Puerta de Toledo y una imagen del conjunto de la ciudad, con las murallas en primer plano, la estación de ferrocarril inicial y al fondo las torres de los edificios singulares, realizada en colodión húmedo para la que había necesitado dos placas. Ya en 1858 había comenzado a dejar documentada la actividad de la compañía de ferrocarriles MZA. Don Pascual, don Domingo y “Juan” Laurent, podían haber compartido experiencias de su visión de la ciudad en esa mitad del siglo XIX, reunidos en la estación de ferrocarril, viendo cómo iban cayendo las murallas de la ciudad y como los edificios desamortizados se iban convirtiendo, poco a poco, en servicios comunes. Una ciudad que en 1900 llegó a tener ya 15.255 habitantes (7.174 hombres y 8.081 mujeres). Se ha producido, en cincuenta años, un crecimiento de algo más del cincuenta por ciento de la población.