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CR1 GRANDECIUDAD REAL 1420. CR1

Aquella mañana Aaron abrió la tienda cuando el sol acababa de salir. Había un olor especial de las piezas de sedas recién llegadas, que estaba extendiendo sobre la madera de cedro del mostrador. La alcaicería comenzaba a cobrar vida a horas tempranas y todos levantaban el cierre de sus tiendas. Al principio vendíamos solamente piezas de tela pero ahora habíamos cambiado y teníamos diferentes objetos de seda elaborados, y otros productos textiles que atraían a numerosos compradores. A nuestra tienda de la alcaicería venían por las mañanas numerosos clientes, cristianos, judíos y moriscos. Aquel día de julio había sido especialmente importante. María y su marido Pedro, dos cristianos nobles, se llevaron una pieza de seda, especialmente bella, para un vestido y Juan Hamir, el que vivía en la Morería, se llevó unos metros de tela para hacer un vestido para su mujer, para las próximas fiestas de la ciudad.
Vivía en una zona de la ciudad limitada por la muralla, entre las Puertas de la Mata y la de Calatrava. A poniente de mi barrio estaba la calle de la Paloma, llamada en antiguos manuscritos de Leganitos; y lo cerraban por el Norte y el Sur las calles de Calatrava y Lanza con la de La Mata. Cada día recorría mi barrio de un extremo a otro, de Oeste a Este por la Rúa principal, la calle de la Judería. Mi padre decía que en ella había tenido lugar una gran matanza en el año 1391. Cuando era muy joven recordaba que el rey Alfonso XI había venido a la ciudad a celebrar las Cortes. Pero habían sido tiempos difíciles y en 1396 los cristianos quemaron toda la alcaicería con sus comercios y sus tejidos más valiosos. Años de tiempos complicados y duros para nuestra comunidad.
Nuestro barrio estaba separado del resto de la ciudad y por la noche se cerraba la verja que había en la calle Barrera, que después llamaron Compás de Santo Domingo. Teníamos una Sinagoga Mayor y el “fonsario”, donde estaban enterrados nuestros mayores. Allí celebrábamos el sabat y nos reuníamos a recitar nuestras oraciones, después preparábamos la cena y encendíamos las velas. La Sinagoga la destruirían para levantar allí el convento de los dominicos.
Ahora la ciudad estaba en un tiempo próspero con una actividad económica activa, especialmente en nuestro barrio, con la venta y exportación de tejidos. Las mejores sedas llegaban a nuestra alcaicería y desde aquí enviábamos tejidos de primera calidad a muchos lugares del mundo. El año pasado, año de 1420, el rey Juan II otorgó a la ciudad el título de “muy noble y leal ciudad de Ciudad Real”. Mi abuelo decía que la ganadería funcionaba muy bien y por ello se había desarrollado una industria textil que exportaba paños a los mercados europeos atrayendo a ciertos nobles, aunque con Enrique IV la cosa había empeorado. Nosotros, la comunidad judía, éramos parte importante de la ciudad y de su economía.
No podía pensar que en pocas décadas la situación cambiaría y acabaría abandonando la ciudad. En 1459 comenzaron las persecuciones que se hicieron insoportables en 1467 en el reinado de Enrique IV cuando ya había cumplido los sesenta y cinco años. Para Aaaron la última persecución de 1474 hizo imposible su permanencia y abandonamos, con toda la familia, aquella ciudad en la que habíamos vivido toda nuestra existencia, esa ciudad que se llamaba Villa Real.

Los moriscos.
Juan Hamir vivía en el barrio de la Morería donde residían los habitantes de religión musulmana. Una zona que comprendía el ámbito desde la Puerta de Santa María a la de Alarcos, que hoy cierran por el interior las calles de Postas y Reyes… Calles como Lentejuela, Jara, Alamillo, la estrechura y la lobreguez, el aspecto mezquino de sus viviendas decían algunos cronistas. Pero aquí vivían en buenas condiciones cerca de dos mil moriscos. Años después, en 1570 la Morería se extendió hacia la calle Ciruela mezclándose los moriscos con los cristianos. Ellos decían que ya estaban aquí cuando esto era sólo una aldea, la del Pozuelo de don Gil. Años después llegarán muchos más a la ciudad y se dice que entre 1530 y 1590 la población creció de forma continuada, probablemente por el asentamiento de los moriscos granadinos procedentes de las Alpujarras.
Ellos resistieron algo más en la ciudad pero entre 1609 y 1613 tuvieron que abandonar sus posesiones. La ciudad que habían construido con su trabajo y su esfuerzo les expulsaba. Cerca de tres mil dejaron estas tierras y los campos que cultivaban quedaron yermos. La economía y el suministro de materias agrícolas tardaron en recuperarse. En aquel año de 1420 vivíamos en paz, pero cada uno en la zona de la ciudad que teníamos asignada dentro del respeto que reclamábamos de los demás.

María, hija de María y Pedro.
En la zona cristiana está la iglesia de Santa María, mandada construir por el rey Alfonso X el Sabio en 1255 cuando concedió el título de villa al núcleo de Pozuelo Seco de Don Gil. En este año de 1420, cuando Villa Real ha obtenido el título de «ciudad», se ha decidido construir una catedral acorde con su nueva condición. En la puerta del Perdón del último tercio del siglo XIII hay un bello rosetón con tracería formada por diecinueve círculos de seis lóbulos y enmarcado por un cuadrado.
El barrio cristiano está en las cercanías del regio Alcázar ocupando toda la zona sur, limitada por las calles de La Mata, Lanza y Cuchillería por un lado, y las de Arcos… Plaza del Pilar y calle de Ciruela, por otro, sirviendo de línea de muralla. Es la zona antigua que fue el primitivo asiento de Villa Real, y que con su municipio o concejo fue la sucesora de Alarcos, centro donde fijaron su residencia las familias más nobles de Ciudad Real. Las calles de la ciudad marcan los recorridos desde su centro a los lugares próximos y así la ciudad de este siglo XV, con forma ovalada que conforman sus murallas se va construyendo y mejorando día a día con el esfuerzo de sus gentes, cristianos, judíos y moriscos.
Hoy 14 de agosto, María, hija de María y Pedro, ha sido la encargada de presentar la ofrenda a la Virgen del Prado. Va vestida con la túnica de las sedas venidas de Oriente, que el judío Aaron le ha vendido en la alcaicería de la ciudad y lleva una cesta con las frutas y hortalizas que el morisco Juan Hamir ha cultivado en las tierras de esta ciudad. La Villa Real, que ya es hoy ciudad, oía repicar las campanas de este mes de agosto de 1420.