CIUDADES REBELDES

David Harvey es geógrafo y profesor de Antropología en la Universidad de la ciudad de Nueva York. Antes había sido profesor de Geografía en la Universidad John Hopkins y titular de la cátedra Halford Mackinder de Geografía en la Universidad de Oxford. Sus estudios sobre el espacio y el territorio plantean consideraciones especialmente atractivas sobre la ciudad. Hablando de ello en su libro Espacios del capital decía: La ciudad tiene que parecer un lugar innovador, interesante, creativo y seguro para visitar o en el que vivir, jugar y consumir. Y comentando grandes proyectos urbanos decía: Debería reconocer que tras la máscara de muchos proyectos que obtienen buenos resultados se ocultan algunos problemas sociales y económicos graves y que en muchas ciudades estos problemas están adoptando una forma geográfica a modo de ciudad dual, con regeneración del centro urbano y un mar circundante de empobrecimiento creciente.

La dinámica del capital.

David Harvey plantea de forma sencilla una realidad esencial en la ciudad: la dinámica del capital y la de sus resistencias tienen lugar en el espacio. El gran concepto de referencia que Harvey ha desarrollado para el análisis del capital es el de ajuste espacial (spatial fix), que quiere decir que la acumulación de capital construye una geografía a la medida de sus necesidades y que, en los momentos de crisis sistémica, el capital desplaza, nunca resuelve, sus contradicciones mediante este proceso de construcción del espacio. La globalización, financiera y neoliberal, sería el último gran ajuste espacial. Ante las importantes contradicciones del capital durante los años posteriores a 1968, el capital recompuso las cadenas de valor, la organización de la producción, generando una nueva serie de vínculos entre las distintas partes del mundo y, en definitiva, una nueva división internacional del trabajo en la que los distintos territorios se especializan en el control de recursos diferenciales y jerarquizados; obviamente no es la misma posición de poder la de un país o una ciudad que se ha especializado en el control de los flujos financieros que gobiernan este ajuste espacial que un territorio que queda relegado al papel de proveedor de recursos naturales y de fuerza de trabajo excedente.

Enfoque territorial.

El enfoque territorial, permite analizar las formas y dimensiones de los procesos de acumulación que tienen lugar en él. Harvey describe un tipo de estrategias económicas que funcionan a partir de la creación de entornos territoriales en los que se realiza el ajuste espacial. El sistema de transportes, las grandes obras de ingeniería o la construcción de viviendas o de infraestructuras de consumo colectivo crean una constelación relacional en la que los precios se forman de manera diferente, especulativamente o por descuento de sus valores futuros, porque en última instancia son formas transformadas de la renta del suelo.

En este modelo, son las grandes inversiones y la amortización lenta de las estructuras territoriales las que se imponen, mediante la movilización de grandes masas de crédito, frente a la tendencia a la sobreproducción en las líneas capitalistas convencionales. Por ello cuando aparecen problemas de sobreproducción de realización en las primeras, el capital se concentra en las segundas, es el Circuito Secundario del capital. Un proceso que hemos vivido de forma intensa en las llamadas burbujas inmobiliarias de las últimas décadas.

Las ciudades.

Las ciudades son las configuraciones sociales más complejas políticamente de la forma de pensar el territorio. La ciudad de Harvey es el lugar ideal para la reorganización de los ajustes del capital y para el crecimiento de los circuitos secundarios, pero también es el espacio de las resistencias y la reorganización política en torno al derecho a la ciudad. Las ciudades surgen como espacios de inversión del capital que, en determinados momentos intensifican su presencia debido a la alta rentabilidad de su acción y del mercado financiero.

Las ciudades a partir de los años setenta abandonan su función política como meras gestoras del modelo del Estado-nación, y se «independizan» como entidades políticas con capacidad de establecer una interlocución directa con el capital financiero sin territorio concreto que nace del proceso de concentración de capital-dinero de los años setenta y ochenta. Este cambio de posición relativa implica que las ciudades, a la manera de las empresas, compiten por captar flujos financieros transnacionales. La ciudad-marca en sus diferentes niveles define las estrategias de ciudad que es una proyección simbólica de las especificidades del territorio destinada a posicionar a la ciudad en este esquema. Harvey decía en una entrevista: “Ahora no construimos ciudades para que la gente viva sino para que se invierta en ellas”

El derecho a la ciudad.

Toda esta focalización de Harvey en los procesos espaciales de acumulación tiene una consecuencia política especialmente importante. Junto a la constatación de la realidad económica urbana Harvey reclama el derecho a la ciudad. Y lo hace en su libro Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana. Un libro que, en parte, toma su nombre de aquel de Lefebvre El derecho a la ciudad. Una reflexión que parte del hecho de que quienes construyen y mantienen la vida urbana tienen derecho primordial a lo que han producido y que una de sus reivindicaciones es el derecho inalienable a adecuar la ciudad a sus deseos más íntimos,

Reclamar el derecho a la ciudad es reivindicar algún tipo de poder configurador, del proceso de urbanización, sobre la forma en que se hacen y rehacen nuestras ciudades, y hacerlo de un modo fundamental y radical, Desde siempre las ciudades han brotado de la concentración geográfica y social de un excedente de producción. Pero las cualidades humanas de la ciudad surgen de nuestras prácticas en sus diversos espacios, aunque estos estén sometidos a los cercamientos, al control social y a la apropiación por intereses privados y públicos/estatales. Existe una importante distinción entre espacios y bienes públicos por un lado y los comunes por otro. Los espacios públicos se convierten en bien común cuando la gente se reúne allí para expresar sus opiniones políticas y proclamar sus reivindicaciones. La calle es un espacio público trasformado con frecuencia por la acción social del bien común.

Si la ciudad es el gran espacio de inversión y tanto la arquitectura como el urbanismo se han convertido en instrumentos de su desarrollo, es también el espacio de la convivencia y de la posible recuperación de valores comunes por encima de los intereses particulares. Las ciudades rebeldes reclaman la presencia ciudadana, la apropiación de los espacios públicos como espacios de la comunidad y la necesidad de participar en el proceso de diseño y mejora de esta realidad compleja que es la ciudad.

DIEGO PERIS SÁNCHEZ.