C1 DELFT,CERÁMICA, VERMEER Y CIUDAD
DELFT, CERAMICA, VERMEER Y CIUDAD.
La presencia del agua en las ciudades constituye un elemento esencial de su configuración y de su diseño urbano. Ciudades en el borde del mar, ciudades cercanas a los lagos, ciudades recorridas por ríos y canales tienen su referente en el agua.
Joseph Brodsky escribía hace años el libro Marca de agua que describe Venecia sin apenas mencionarla. Sin embargo, la insinuación como principio de planificación urbana (noción que solo emerge aquí con el beneficio de la mirada retrospectiva), es mejor que cualquier red moderna y está en sintonía con los canales locales que a imitación del agua, y como la murmuración que se desarrolla a tus espaldas no tiene fin. Después de todo, un objeto es lo que hace del infinito algo privado.
Las ciudades, recorridas por canales son ciudades peculiares. Espacios en los que el agua penetra en su tejido urbano para llevar mercancías, para permitir el trasporte exterior o, simplemente, la circulación interna en la ciudad. Elemento que les confiere una singularidad a estos ambientes urbanos. Ciudades como Venecia, Brujas o una pequeña ciudad holandesa como Delft son espacios urbanos en los que el agua recorre sus trazados de calles. Delft es una ciudad medieval que conserva edificios interesantes pero sobre todo conserva un conjunto residencial en las calles asomándose a los canales de gran interés y que se ha mantenido como valor esencial de la misma. Espacios urbanos que desafían a los hombres a lo largo del tiempo. Brodsky dice: Y lo que es peor se sienten desafiados por este lugar, ya que el lugar construido, por definición, siempre desafía al futuro, considerándolo un presente impotente y marchito, o un suelo que se desvanece.
Delft es la ciudad también de sus tópicos como lo son todas y cada una de las ciudades del mundo. Es la ciudad de la cerámica azul que se extiende en sus técnicas por lugares como China o España y a partir de ahí por toda Sudamérica. Cerámica que conserva sus fábricas y museos y una producción que aúna tradición con modernos diseños realizados. Es la ciudad orgullosa de Orange con su mausoleo en la Iglesia Nueva, Es la ciudad de Vermeer con sus cuadros que reflejan la realidad de la ciudad en otros tiempos. Cuadros que se reproducen en grabados, en elementos urbanos que presumen de que en 1632 naciera en este lugar una figura como la de Johannes Vermeer que también está enterrado en la iglesia antigua. Realidades que marcan la historia de la ciudad pero que se usan con la discreción y calidad de recuerdos queridos y no como mercancía turística de baja calidad como ocurre en otros muchos lugares del mundo. No es posible devolver la vida a un cuadro, mucho menos a una estatua. El los deja en paz, se los protege de los vándalos, en cuyas hordas tú mismo puedes encontrarte.
Delft tiene esos ambientes nostálgicos de ciudad medieval que se recorre peatonalmente o en bicicleta, sin ordenanza de movilidad que lo impida, sino al contrario con amplios recorridos, aparcamientos y lugares para dejarlas en las entradas de las casas. La estación y los espacios públicos aparecen repletos de este medio de trasporte y hasta parece estar mal visto llegar a lugares próximos utilizando el coche. Los canales pequeños recorren sus calles con casas de dos o tres plantas con una arquitectura tradicional conservada y mantenida con cariño. En esta época del año los canales están llenos de nenúfares en flor que les dan a estos espacios una belleza singular. El amor es un sentimiento desinteresado, una calle de dirección única. Esa es la razón por la cual es posible amar ciudades, la arquitectura per se, la música, a los poetas muertos o, dado un temperamento particular, a una deidad. Porque el amor es un asunto entre un reflejo y su objeto. Resulta curioso recorrer la ciudad releyendo la literatura escrita para otro espacio pero perfectamente válido para este rincón holandés.
Las torres de sus edificios singulares sobresalen de su perfil y sirven de referencia desde cualquier lugar. La iglesia antigua con su torre inclinada y su reloj decorado con colores dorados y rojos se hace visible desde numerosos lugares. En la plaza mayor la iglesia nueva construida entre los siglos XIV y XVI se sitúa frente al ayuntamiento del XVII. Iglesias neogóticas como la de San José que conviven con el peso público, el mercado de la carne, la lonja de pescado, el armamentario, la casa de las Indias orientales o el barrio obrero del parque Agneta construido en el siglo XIX. Edificios singulares que se convierten en referentes del entramado urbano. Porque en esta ciudad lo importante es el conjunto de calles y edificios residenciales que, rodeados por el canal, conforman el centro histórico de la misma.
El tiempo no se ha detenido en esta ciudad que presume de una universidad con la tecnología de las tradiciones del país: ciencias del mar, ingenierías aeronáuticas y navales, mecánicas y en los últimos años las tecnologías informáticas y de las telecomunicaciones. Un modelo de ciudad donde se demuestra compatible la modernidad máxima con el mantenimiento de la ciudad histórica y de sus elementos más auténticos. Las zonas de nuevo desarrollo reúnen la modernidad de la arquitectura cualificada, de los edificios públicos realizados con el máximo de esfuerzo y la calidad de diseño y ejecución.
Y al salir de la ciudad parece que el entorno natural se funde con el construido. El paisaje de los canales continúa en el campo, el tratamiento de las zonas de cultivo, de las granjas está realizado con el cuidado de la construcción más exquisita. El paisaje como fusión de la natural y lo construido, lo dominado por el hombre y la naturaleza en su estado virgen se va haciendo presente en los entornos próximos, en la salida de la ciudad hasta los lugares próximos por ese trasporte público generoso, en el que el tren es elemento esencial del trasporte colectivo bien atendido y por ello utilizado de forma habitual por todos.
Permítanme que repita algo: el agua es igual al tiempo y proporciona un doble a la belleza. La lágrima es una vuelta atrás, un tributo del futuro al pasado. O es el resultado de sustraer lo mayor a lo menor: la belleza al hombre. Lo mismo sucede en el amor, porque nuestro amor es también más grande que nosotros mismos sigue diciendo Brodsky.
DIEGO PERIS SANCHEZ