B3 LAS COOPERATIVAS (BODEGAS CLM 3)

B3 GRANDE

 

 

LAS COOPERATIVAS.

(BODEGAS CLM 3)

El vino ha sido demandado por la población para el consumo cotidiano. Y prueba de ello es que en los momentos de dificultades se convierte en suministro esencial y básico. A lo largo de los siglos, diferentes formas de consumo, de organización de la producción han ido generando estructuras de organización y movimientos sociales relacionados con la producción del vino.

Cambios legales y organizativos.

Durante la II República y la Guerra civil el sector agrícola se ve afectado por las reformas agrarias y los procesos de colectivización de la tierra. Las esperanzas de resolución de todos estos conflictos dispares confluyeron en la ley de Reforma Agraria. El objetivo final de la ley era asentar el mayor número posible de campesinos sin tierra, o con muy poca, en parcelas públicas, confiscadas o expropiadas. Aunque la Ley de Reforma Agraria encaró problemas fundamentales y trató de resolverlos con imparcialidad y competencia técnica, su efectividad fue nula, por la complejidad de sus soluciones y por la brevedad del período en que estuvo vigente.

Las colectividades empiezan su actividad pocos meses antes de la guerra civil española,  en la provincia de Toledo y Ciudad Real. Sin embargo las colectividades se consolidan avanzada la Guerra  en las tierras incautadas y con aportación de propiedades individuales. En Castilla-La Mancha se llegan a contabilizar 826 colectividades muchas de las cuales se dedican al cultivo de la vid y a la producción de vino como las de Alcázar de san Juan, Almagro, Azuqueca (4.500 arrobas de vino), la de Daimiel que contaba con bodega, Dos Barrios (4.000 hectáreas de viñedo), Herencia (2250 fanegas de viñedo), Manzanares, Membrilla (que en 1937 produce 3 millones de litros de vino), Tomelloso (1.800.000 arrobas de vino), Villarrubia de Santiago (350.000 cepas de vino del país y 160.000 cepas de vid americana). En Alcázar de San Juan se crea por la CNT y la UGT una gran colectividad de 35.000 hectáreas que suponía el 70% del total del término  y llegan a cosechar, en 1937, 300.000 arrobas de vino. A cada colectivista se le entregaba un litro de vino para su consumo diario.

Al final de la guerra civil española se produce un cambio significativo en el sector, por los procesos de producción y comercialización. Se crean numerosas cooperativas que elaboraban vino para vender a granel o producir alcohol.  La expansión del viñedo tuvo lugar en el siglo XIX, impulsada por la “fiebre del oro” que la filoxera francesa, antes de penetrar también en España, provocó. Desde entonces la superficie supera el millón de hectáreas, y la producción vitivinícola ha sido creciente aunque muy irregular. En Castilla-La Mancha la superficie de vid pasa de 379.000 hectáreas en 1931 a 509.000 en 1960 creciendo en años posteriores y regularizándose en torno a las 450.000 hectáreas en la actualidad.

La arquitectura de las cooperativas.

Las grandes cooperativas han sido los instrumentos de comercialización y aprovechamiento de los beneficios del cultivo de la vid en muchos pueblos de la región. Las grandes instalaciones de las cooperativas tienen estructuras diversas que van desde las más sencillas que han incorporado los grandes depósitos de acero inoxidable para la fermentación con las zonas tradicionales de llegada de la uva, de tratamiento en depósitos al aire libre o en naves protegidas y la distribución que en algunos casos se limita a la distribución a granel en cisternas o grandes depósitos. Muchas de estas agrupaciones están comenzando a embotellar y criar los vinos garantizando así la rentabilidad completa de la actividad. En la actualidad existen unas 240 cooperativas en Castilla-La Mancha en este sector. Muchas cooperativas se han instalado en antiguos edificios produciéndose así interesantes integraciones de construcciones antiguas con la moderna tecnología.

Las cooperativas nacidas, en su mayor parte, en la mitad del siglo pasado han generado una tipología peculiar arquitectónica. Las grandes naves para contener las tinajas ya sean de barro, de hormigón, cilíndricas o de hormigón rectangular requieren soluciones constructivas muy uniformes. Los espacios de gran altura tienen acceso en una doble planta: desde la inferior de las tinajas y desde una vista superior para acceder a la boca de las mismas. Ello hace que se produzca esta doble altura con comunicaciones y escaleras entre las mismas y espacios de comunicación visual que pueden llegar a ser casi totalmente transparentes reduciendo la planta superior a simples pasarelas o limitarse a las perforaciones de las escaleras de comunicación. La cubierta se resuelve en numerosos casos con una estructura de hormigón prefabricado con tensores metálicos y que, en su repetición a ritmos regulares, genera una imagen singular en su interior.

En un desarrollo posterior, o en aquellas que surgen en años posteriores las luces de las naves se hacen mayores utilizando estructuras de cerchas metálicas. Los edificios son de planta rectangular con uno o más accesos de acuerdo con sus dimensiones y cubierta a dos aguas. Los huecos, cuando existen, se reducen a pequeñas ventanas en la parte superior de las naves iluminando así las bocas de las tinajas. Este esquema con ligeras variaciones se repetirá en numerosas zonas de Castilla-La Mancha vinculado a este momento y a esta forma de gestión, independientemente de las zonas en las que se realice. Sólo ligeras variaciones permitirán identificar algunas zonas singulares con la presencia de estructuras abovedadas.

El crecimiento posterior ha generado naves de estructura metálica y revestimientos de chapa con aislamientos térmicos incluidos y la presencia de los depósitos de almacenamiento o de producción en el exterior. Las bodegas cooperativas presentan por otra parte espacios de grandes dimensiones que se sitúan en los bordes de la ciudad y que han permitido su crecimiento y modificación. Su arquitectura ha generado una imagen urbana que, debido al tamaño tan espectacular de los depósitos de almacenamiento, crea una nueva imagen urbana en sus límites que se integran y asumen por los núcleos rurales como parte de su economía y cultura.

            Gracias a las ayudas de la administración con los fondos europeos se logra en las últimas décadas del siglo XX una modernización singular de algunas de estas instalaciones. Se renuevan cultivos y se implantan nuevas variedades y las bodegas incorporan las modernas tecnologías con los grandes depósitos de acero inoxidable que controlan la temperatura como elemento identificador de su modernización. En ocasiones, estructuras que quedan al aire libre haciéndose visible en los bordes de las ciudades y en otros casos incluidos en el interior de naves que logran un aislamiento exterior que mejora sus condiciones térmicas para la producción y almacenamiento del vino. Las cooperativas siguen siendo instrumentos de coordinación y unión de numerosos agricultores que aúnan esfuerzos y coordinan sus estrategias de cultivo y producción del vino. En las últimas décadas han experimentado un proceso de modernización singular en sus instalaciones mejorando la calidad de su producción. Ahora se plantea también el reto de la comercialización con canales de distribución, nacionales o internacionales. La creación de las cooperativas de segundo grado que aúnan a varias de ellas para mejorar su comercialización representa el paso final en este proceso de gestión de la producción y venta posterior.