ALMAGRO (CH CLM2)
ALMAGRO.
Almagro es uno de los conjuntos históricos de nuestra provincia más atractivo, por la combinación de arquitecturas cultas y arquitectura popular, por sus trazados urbanos y porque hay una totalidad rica en elementos que la hacen especialmente atractiva como ciudad viva que ha sabido conservar su historia. El topónimo Almagro deriva de la palabra árabe que significa la arcilla roja, en referencia a la arcilla rojiza de la zona, de color almagre, que se usaba para dar color a estructuras de fábrica o de madera en algunos edificios.
La ciudad y su historia.
A comienzos del siglo XII, en 1158, el abad Raimundo de Fitero, al frente de sus tropas de monjes cistercienses, acudió desde las tierras del norte a la llamada de Sancho III para hacerse cargo de la defensa de la estratégica fortaleza de Calatrava. Para proteger las nuevas tierras de La Mancha, los reyes concedieron grandes superficies a las órdenes militares que defendían el territorio y a los colonos o solariegos que cultivaban estas tierras. En 1176 Alfonso VIII en agradecimiento a los monjes calatravos por su participación en la toma de Cuenca les concedió un territorio situado entre la cuenca del Jabalón y el arroyo pellejero conocido como Almarge.
El maestre don Gonzalo Yáñez de Novoa concedió fuero a la villa en 1213. La ciudad creada por los Maestres Calatravos a comienzos del siglo XIII fue una fundación de nueva planta, muy posiblemente asentada sobre una pequeña aldea existente. En ella se celebraron los Capítulos Generales de la Orden de Calatrava, en la capilla de San Benito de los Palacios Maestrales, y en la Iglesia de Santa María de los Llanos (antigua Patrona de la Ciudad, ambas desaparecidas). En el siglo XV, la incorporación del maestrazgo a la Corona, en 1487, no modificó la situación siendo el Gobernador quien residía en los Palacios Maestrales. Los problemas financieros del emperador Carlos V hicieron a los banqueros alemanes Fugger beneficiarios de las rentas de las minas de Almadén y los vincularon a Almagro, trayendo consigo a sus administradores Wessel y Xedler, entre otros, cuyas casas solariegas se conservan aún. El negocio del arriendo del azogue y la manufactura de la lana dinamizaron la actividad de la ciudad con la presencia de los banqueros alemanes en la misma.
Durante el siglo XVIII Almagro vivió un esplendor temporal, gracias al apoyo de la ciudad al candidato Borbón, Felipe V, y el oficio de Juan Francisco Gaona y Portocarrero, Conde de Valdeparaíso, ministro de Hacienda del rey. Se nombró a la villa capital de la provincia de La Mancha durante algo más de un decenio (1750–1761). Las desamortizaciones emprendidas por los gobiernos de Carlos III provocaron el desmantelamiento de los edificios religiosos más importantes, lo cual perjudicó considerablemente la conservación del patrimonio arquitectónico de la villa; la decadente Universidad Menor desapareció en el primer cuarto del siglo XIX y en ese siglo los calatravos, cansados de la dureza de la vida en del sacro convento del Castillo de Calatrava la Nueva, dejan la fortaleza y se trasladan del Sacro Convento a Almagro.
Y así con la presencia de los poderes religiosos, económicos y de la Orden de Calatrava se consolida a lo largo de los siglos una estructura urbana con una riqueza de valores singulares: edificios monumentales de gran interés, trazados urbanos, arquitecturas populares con tipologías específicas y espacios urbanos, como la plaza mayor de especial calidad en su diseño y proporciones. Una ciudad, en la que el paso del tiempo ha ido enriqueciendo su realidad conformando uno de los conjuntos históricos más atractivos de nuestro país.
La cultura y la ciudad histórica.
Almagro es la ciudad del teatro. La existencia del Corral de Comedias propició la puesta en marcha del Festival Internacional de Teatro clásico que ha supuesto el mantenimiento de una actividad teatral y la puesta en escena de los clásicos de manera continuada. Una actividad que ha renovado gran parte de sus infraestructuras y que genera una intensa actividad en determinadas épocas. El Corral de Comedias, el Hospital de San Juan, el Teatro municipal y la antigua Universidad se rehabilitan pensando en la actividad teatral del Festival que afortunadamente se prolonga a lo largo del año en otras muchas actividades. El Museo del Teatro que inició su actividad en un pequeño espacio ocupa ahora los Palacios Maestrales, convertido en Museo Nacional del Teatro. Un modelo de cómo la cultura puede ser activador de la vida de la ciudad histórica ayudando a mantener y conservar su patrimonio.
Y junto a esa actividad central la vida teatral prolongada a lo largo de todo el año con diferentes actividades. La última semana de Octubre las actividades de poesía que programa la Diputación Provincial han llevado a Almagro una actividad cultural renovada.
Pero las ciudades necesitan mantenerse como tales, permitir la vida de sus gentes, generar recursos vitales, integrar servicios cotidianos para la docencia, la sanidad, el encuentro, el comercio. Y eso exige la sabiduría para armonizar el mantenimiento de la historia y la conservación de la vida cotidiana. Si las ciudades históricas se convierten en museos para ser visitados por los turistas han perdido una parte esencial de su realidad. El turismo es un elemento positivo porque abre nuestros valores al acceso de todos y genera recursos económicos. Pero puede ser un elemento que distorsiona y deteriora muchas de estas ciudades. Y por ello hay que plantear propuestas que armonicen la economía cotidiana con valores turísticos y culturales.
Planes especiales y ayudas especiales.
Las ciudades históricas obligan a controles singulares, a actuaciones cualificadas y especialmente controladas. Y ello es bueno y necesario. Pero junto a ello debemos, colectivamente, propiciar los recursos económicos y técnicos que garanticen esa conservación. Por ello hacen falta proyectos de futuro que surjan desde el respeto a la historia, desde la valoración de esa realidad como valor esencial a conservar y a rentabilizar. Los Planes Especiales deberían ser esos instrumentos que definan estrategias, establezcan criterios y definan los sistemas de financiación y ayuda para las ciudades históricas que lo son porque las apreciamos como tales entre todos.
Las ciudades tienen finalmente valores difíciles de definir y concretar en palabras y trazados. Integran una realidad rica y compleja formada por perspectivas, proporciones, recorridos, colores, texturas, sensaciones que nos hacen reconocernos en un lugar amable y que ha sido recorrido previamente por otros muchos ciudadanos. Cuando esa realidad se da, es que hemos encontrado el valor urbano y arquitectónico que la cualifica como ciudad histórica. En el contraste de sus formas, en las superposiciones de estilos, tiempos y formas, en las huellas de historias diversas, en los poderes encontrados, en las armonías de sus gentes, en la huella que lo cotidiano va depositando en sus calles y en sus casas está el valor de la ciudad histórica. Y Almagro es una de las ciudades donde todos estos valores se reconocen y se sienten.