EL HIERRO EN LOS PUENTES ESPAÑOLES IH 25

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EL HIERRO EN LOS PUENTES ESPAÑOLES.

Las construcciones en hierro son importantes en nuestro país. Y como comenta Pedro Navascués, si bien no han funcionado como referentes internacionales a nivel conceptual, estructural o tipológico, sí evidencian, por su cantidad y calidad, un patrimonio arquitectónico ingenieril nada desdeñable.

            El incremento de producción de la industria siderúrgica y su aplicación en la construcción necesitó una gestión administrativa desde mediados del siglo XIX. Sin embargo en 1789 los mejores matemáticos estaban ocupados en la profesión militar. La Academia de San Fernando tenía un extraordinario poder en el campo de la construcción hasta que en 1845 se creó la Escuela de Arquitectura. Uno de los principales proveedores de la Escuela de Arquitectura eran las librerías y gabinetes de la capital. Estos locales estaban considerados no tanto como librerías al uso, sino como lugares de reunión de liberales donde intercambiar libros e ideas. Por esa razón hasta 1833, exceptuando el período constitucional, fueron perseguidos muchos libreros y, en ocasiones, también ejecutados.

Los primeros puentes de hierro en España.

            El primer proyecto de puente de hierro, en España, es el de Bilbao de 1815 diseñado por Belaunzarán según los modelos de Wilson en el puente de Sunderland. Pero el puente no se llegó a construir. En Madrid, entre 1825 y 1827 se tramita el expediente para la construcción de un puente de cadenas en el sitio de San Francisco, diseñado por Antonio de Goicoechea arquitecto de la Academia de San Fernando financiado en parte por la iniciativa privada de Abando y Baracaldo. La construcción del puente colgante de cadenas de San Francisco fue aprobada en 1825 dando permiso al ayuntamiento de Bilbao para hacer una rifa para financiarlo. Las cadenas fueron elaboradas en varias ferrerías vizcaínas y el puente estuvo en pie hasta 1852 año en que fue modificado dado el alto nivel de oxidación de sus elementos.

En Madrid la propuesta llegará en 1819 para construir un puente entre el Palacio Real y la Casa de Campo con un sistema francés. Pero la polémica sobre la solidez y los puentes de piedra sigue presente y en vista de ello Isidro González Velázquez se decanta por la construcción de un puente de piedra. Será en Aranjuez cuando la necesidad de sustituir un antiguo puente lleve a aprobar el proyecto de Pedro Miranda como puente suspendido con cadenas. El éxito de Miranda anima a otros ingenieros como Francisco Echanove.

La contrata con Jules Seguin.

            Uno de los momentos singulares en la construcción de puentes metálicos es la contrata que el gobierno firma con el ingeniero francés Seguin para construir un puente sobre el Tajo en Fuentidueña, otro sobre el Jarama en Arganda, sobre el Pas en Carandia, sobre el Júcar en Cullera, sobre el Gállego cerca de Zaragoza, el de San Alejandro en el Puerto de Santa María y otro cercano al rio San Pedro sobre el Guadalquivir en Sevilla y otro sobre el río Mengibar. Un total de nueve puentes colgantes de los que finalmente sólo se levantarán cuatro.

            El primero de los proyectos es el del puente de Fuentidueña que se abría oficialmente el 7 de agosto de 1842. Desde ese momento la Dirección de Caminos recaudaría los productos extraídos del pontazgo hasta completar los 80.000 reales de vellón que se debían pagar a Seguin por la obra realizada. La solidez del puente siempre fue puesta en duda y en enero de 1866 quedó prácticamente destruido durante una acción militar. El puente de Arganda es el segundo de los proyectos de Seguin que reclamaba la entrada, libre de arbitrios, del hierro para la construcción, según el contrato firmado con el Estado. En octubre de 1843 la reina Isabel II inauguraba el puente que apenas duraría hasta 1858 año en que una riada se llevó una de las pilas centrales provocando su ruina.

            El puente de Carandia se instaló sobre el rio Pas, entre Vargas y Carandia  abriéndose al público en 1843 y manteniéndose en uso hasta 1901. En Santander se propone un puente metálico que finalmente será construido de piedra por el arquitecto Antonio Zabaleta, llamado desde entonces puente de Vargas y terminado en 1841. El último puente construido por la empresa de Seguin es el de Santa Isabel a la salida de Zaragoza que se acabó de construir en 1844 con una luz de algo más de 136 metros. Entre 1888 y 1889 el ingeniero Antonio Fernández Navarrete proyectó una reforma total del puente dado el estado en que se encontraba.

En otros puntos de la geografía se plantean puentes de hierro. Lucio del Valle diseña uno para salvar el paso del Cabriel en el punto de las Cabrillas que finalmente se construirá de piedra. Proyectos como los de Mengíbar, en Jaén y Dueñas, en Palencia se llegan a realizar con estructuras metálicas.

El puente de Triana.

            Un puente especialmente importante, porque hasta 1852 no había ningún puente para flanquear el Guadalquivir en todo su recorrido. De 1824 es un proyecto de puente de piedra realizado por Silvestre Pérez y de 1827 los de Larramendi propuestos en hierro. Ante la posibilidad de construir un puente sobe el Guadalquivir se decide la utilización del hierro adoptando el modelo de puente de tres arcos ya realizado sobre el Sena unos años antes. El hierro era un signo de modernidad y por ello el puente de Triana es aplaudido por sus contemporáneos, aunque también tuvo sus detractores.

            En el Puerto de Santa María se construyó el puente de San Alejandro terminado en 1845 con 376 pies de luz. La concesión del puente era de 25 años y pasado este periodo a los 6 años el puente se desplomó en noviembre de 1877.

Los puentes metálicos, junto con otras construcciones, pasaron a formar parte del repertorio de soluciones estructurales propias de la ingeniería. La magnificencia de estas obras impresionó a muchos quienes pronto lo identificaron con el genio creador de una nueva profesión. Durante el siglo XIX los Ingenieros de Caminos se organizarán profesionalmente, alcanzando una importante representación en la administración del Gobierno. Fue tal el patrimonio de puentes metálicos producido durante la primera mitad del siglo XIX que acabaron por convertirse en una realidad determinante del paisaje. Muchos de estos puentes tuvieron una vida corta. Las fotos de Laurent y Clifford tomadas entre 1858 y 1867 se exhibían como propaganda de los logros del gobierno y así se presentarán en la Exposición Universal de Paris de 1867. Para España fue el acontecimiento que presentó a los puentes de hierro dentro del mapa de la ingeniería moderna y vino a simbolizar la idea de un país renovado.

El libro de Alfonso Luján Díaz presenta, en su tercera parte, una documentación excelente sobre muchas de estas actuaciones. Un estudio impulsado desde la Generalitat Valenciana y la cátedra Demetrio Ribes que merece el reconocimiento, junto a la envidia por la escasa atención al patrimonio industrial de nuestra comunidad autónoma.