EL ESPACIO RELIGIOSO DE MIGUEL FISAC

FISAC

Este año celebramos el centenario del nacimiento de Miguel Fisac, un daimieleño, hijo de farmacéutico que viajó a Madrid a estudiar Arquitectura, carrera que terminó en 1942. Hombre creyente, con una convicción profunda que le compromete en su vida en decisiones importantes por lo que la obra religiosa no es una más en su trayectoria. El espacio religioso es una manifestación de su profesionalidad, pero también de su compromiso vital y, por otra parte, de una evolución de la Iglesia en un periodo en el que la forma litúrgica experimenta grandes cambios.

            Su primer edificio religioso, la Iglesia del Espíritu Santo en el conjunto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas es un edificio clásico en su concepción, en su construcción y en el espacio interior que crea, en 1942, un espacio barroco. Pero será ya en los años cincuenta cuando Miguel Fisac aborde la realización de edificios religiosos con una nueva concepción. Años en los que ha abandonado el Opus Dei al que ha estado vinculado intensamente pero que decide dejar, manteniendo una buena relación con sus dirigentes. El Colegio Apostólico de Arcas Reales es el inicio de un nuevo camino. El espacio interior de la iglesia es el ámbito de la luz con una estructura en diente de sierra en cuyos planos verticales aparecen las vidrieras que crean la luz en el espacio de grandes paramentos de ladrillo que se va estrechando hacia el altar en la planta pero haciéndose de mayores dimensiones en la altura de la cubierta.

Los dominicos de Alcobendas.

            Su edificio más significativo de esta década es sin duda la Iglesia y teologado de San Pedro Mártir en Alcobendas. Un edificio singular ya que se trata esencialmente de una gran construcción donde los dominicos tienen su centro de formación. El coro de la iglesia debía tener capacidad para 300 personas, y el conjunto tenía habitaciones para todos los residentes, clases de 50 alumnos y otras para 100 o 200 personas. Una gran infraestructura con elementos comunes y otros que deben estar diferenciados según las personas que los ocupan. El centro del edificio es la iglesia que ahora queda prácticamente inmediata a la carretera nacional I.

            Un edificio que debe responder al uso de los dominicos que cursan sus estudios en el centro y que a la vez está abierto al culto para cualquier persona que quiera asistir a él. Y por ello la planta del edificio es un diávolo que se cierra en el punto central donde se sitúa el altar con dos espacios que se abren dejando en uno de ellos el lugar para los dominicos que asisten a la liturgia y en el otro el público general. Espacios que tienen además accesos diferenciados para permitir la llegada de los religiosos desde el conjunto del teologado y del público desde el exterior. La forma de la planta logra un efecto visual de concentración de la atención en el elemento central del espacio religioso. En el altar ligeramente elevado, con un crucifijo que cuelga del techo se concentra la visión de todos los asistentes a la liturgia gracias a la forma de la planta y a la disposición de los asientos que también ha diseñado Miguel Fisac en ese intento de controlar todo el espacio arquitectónico.

            El otro elemento esencial en el edificio de los dominicos es la luz y el color. En esta obra de Fisac, la visión de la liturgia surge desde una determinada alegría y optimismo que se consigue con el uso del color y la luz interior del espacio tamizada por las vidrieras. El fondo de la zona ocupada por los dominicos es una gran vidriera en tonos azul y rojo con una serie de imágenes de Cristo crucificado de un cierto carácter expresionista. Imágenes en las que se exagera la composición vertical para adaptarse a la secuencia del espacio. La crucifixión en posición normal, invertida, en aspa o el Cristo en brazos de su madre, muestran un repertorio iconográfico de gran dramatismo. Pero la visión general del espacio es la de la luz y el color en tonos rojos y azulados que se ven en contraste con los planos laterales curvados en ladrillo visto. En la zona delantera del público la iluminación del rasgado horizontal de la parte superior y sobre todo las piezas de color azul que se incluyen en el muro de ladrillo curvado que cierra la entrada al conjunto. Un espacio religioso en el que la luz y el color son elementos esenciales para crear el ambiente del espacio interior.

            En el exterior, la torre que Fisac dibuja reiteradamente hasta conseguir ese elemento que aparece como un gran icono del conjunto que lo hace visible desde la distancia. Una pieza que con sus costillas verticales y su escalera interior conduce a ese elemento expresivo de la estructura trasparente que sostiene la cruz superior.

            En 1958 realizó otro de sus proyectos religiosos más atractivos como es la Iglesia de Nuestra Señora de la Coronación en Vitoria. Un espacio    que como decía Fisac, además de cumplir los requerimientos de las normas litúrgicas debe conseguir un ambiente de espiritualidad. La iglesia debe ser un fragmento de aire sagrado que ayude plásticamente, sensorialmente, a los fieles a acercarse a Dios.

La Iglesia de Santa Ana de Moratalaz.

            En la década de los sesenta hay un conjunto de edificios religiosos de Fisac de gran interés. En 1964 proyectó la iglesia de Canfranc y en 1965 la iglesia de Santa Ana de Moratalaz. Un momento en el que se está planteando la construcción de un conjunto de parroquias en Madrid y en el que las nuevas ideas litúrgicas están llegando a las celebraciones religiosas. En Moratalaz diseña un complejo parroquial con edificios para las diferentes actividades.

            El elemento central es la iglesia que tiene un atrio de acceso por el que se entra en la nave del templo. Un espacio con una planta de muros laterales curvados que se van estrechando hacia la zona del altar. El espacio de los fieles es un espacio de sobriedad extrema. Muros laterales de hormigón visto en los que apoyan unas grandes vigas construidas con la técnica de Miguel en muchos de sus edificios que conforman una cubierta nervada también de hormigón. Huecos rectangulares en algunos puntos del cerramiento dan una luz suave a todo el interior.

            El frente donde se sitúa el altar se rompe en una forma diferenciada con tres elementos de forma cóncava que se separan del resto de la nave con una fisura superior por donde entra la luz a esta zona principal del edificio. En el centro un Cristo como único adorno y el altar de gran sencillez. El espacio tiene aquí una sobriedad que concentra la atención en el altar y la celebración de la liturgia. Esquema que a otra escala repetirá en la iglesia del Colegio Cuestas Blancas en Alcobendas en 1965. En 1966 realizó el proyecto de la iglesia de Santa María Magdalena en Madrid y ese mismo año la iglesia de Santa Cruz en Santa Cruz de Oleiros en La Coruña.

            “Para mí, una iglesia no es un problema arquitectónico ya conocido sino un problema arquitectónico a resolver en cada caso, según su programa, según sus necesidades… Al aparecer las nuevas disposiciones litúrgicas posconciliares, manteniendo el concepto de religiosidad, he buscado un sentido más estático y comunitario con una mayor sobriedad en materiales y texturas” decía Miguel Fisac. Un arquitecto imbuido de una forma peculiar de entender la religiosidad que ha creado algunos de los espacios religiosos más atractivos de la arquitectura de nuestro país.